Opinión

Perdidos en consecuencias

Perdidos en consecuencias

La primera condición para erradicar una adversidad es atacar sus causas. Si nos quedamos en el enfrentamiento de sus manifestaciones, caemos en el círculo vicioso de su entronización en el tiempo. Eso ocurre con el listado de nuestras problemáticas nacionales. Se enuncian y, parecería que ocurren por arte de birlibirloque. Las motivaciones de esos perjuicios se ocultan porque publicarlas evidencia responsabilidades ineludibles.

De esa forma, tenemos años quedándonos en las etiologías de los hechos, sin combatir orígenes y ha sucedido lo previsible, los males que intentan erradicarse de tal forma, se multiplican, mofándose de las políticas trazadas para encararles.

Ejemplos abundan. La proliferación de armas de fuego. Se pretende, a partir del radicalismo del desarme de la población, ocultar un problema que no se inicia con las armas. Si desaparecieran, el mal continuaría. No son la parte medular del asunto. La violencia que genera esta sociedad encontraría el cauce por el cual dejar sus huellas de sangre y dolor. Sin mencionar la responsabilidad por preservar mecanismos de otorgamiento de licencias con propósito fiscal.

La restricción generalizada de horarios a establecimientos que expenden bebidas alcohólicas. “La fiebre no está en la sábana”. ¿Es sostenible afirmar que las causas de la delincuencia en el país están en el hecho de que personas ingieran alcohol después de la medianoche? ¿Puede negarse que los grandes actos delincuenciales ocurren en sobriedad? ¿Por qué reducir el concepto de delincuencia a actos de ratería, dando de lado a los que involucran millones de pesos?

Elevar las penas por comisión de crímenes y delitos, de manera particular a infracciones cometidas por menores. Si la solución de la criminalidad fuera tan fácil, bastaría una ley general estableciendo 50 años. La severidad de sanciones ha resultado incapaz de erradicar la problemática criminal, al contrario, incrementa las dificultades para abordar la temática penitenciaria, cuya población se multiplicaría.

La legislación para penalizar el aborto y la oposición para flexibilizar la misma de sectores influyentes. Saben que esa política genera muertes y conocen los sectores de donde proceden las víctimas, pero nada les conmueve. Quizás porque quienes les importan no padecen los rigores de interrupciones de embarazos practicadas con precariedad.

Así se va la vida. Diluyéndonos en las ramas del árbol de nuestros padecimientos. Sin tocar raíces que propician su reproducción. Perdidos en las consecuencias. Nos falta coraje para enfrentar la realidad, ante el temor de quedar descubiertos como autores de tantas miserias.

El Nacional

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