Opinión

Playitas

Playitas

Se cumplían cien años del Manifiesto de Montecristi y el inefable Silvano Lora decidió organizar la misma excursión que hicieran Máximo Gómez y José Martí a Cuba. Lo recuerdo afanoso, como siempre que emprendía una idea, fuese la Bienal Marginal, en la Zona Colonial, o el 500 aniversario del ” descubrimiento de América”. La imagen de Silvano, con un taparrabos, como jefe indio que se acerca a los bergantines españoles, recorrió el país, sobre todo cuando la Marina de Guerra provocó que se hundiera su canoa y tuvieron que rescatarlo los mismos españoles que había ido a combatir.

La leyenda de Silvano traspasó varios continentes cuando, también en una canoa, hizo el recorrido por el Amazonas con el Comandante Núñez Jiménez.

Silvano, había logrado reclutar a un grupo, entre quienes me encontraba, para viajar por Manzanillo hacia Cuba. Recuerdo que salimos unos cuarenta pasajeros y que entre ellos había un profesor cuya esposa estaba totalmente renuente a que viajara. Silvano la calmó diciéndole que llevábamos galones de “repelente para tiburones” y salvavidas para todos.

Llegamos al puerto de Manzanillo y vi un barco, que me pareció apropiado. ¿Ese es el barco?, y Silvano señaló hacia abajo. Y lo que había era una chalupa, del 1950, donde apenas cabíamos de pie. Tragué en seco.

Silvano, ¿y donde está el repelente de tiburones? “No hay mejor repelente que la gasolina. Vacías un tanque de esos y ya está”. Oh, ¿y los salvavidas? “Una vez vacíes los tanques te agarras de ellos y no te hundes”…Oh…y ya no pregunte más.

En Cabo Haitiano, a las tres de la mañana Silvano me despertó para hacer la guardia, “para enfrentar a los piratas”. ¿Piratas? Si, de noche asaltan los barcos, lo hicieron con Núñez…hay que estar atentos. Y ahí estaba, con un palo de escoba, mientras Silvano, con un machete escudriñaba la noche. Creo Silvano que si conversamos y nos escuchan se asustarán…” el hambre convierte al hombre en fiera, Chiqui”…y yo temblaba.

El hacinamiento, la gasolina y la alta mar me enfermaron y tuve que bajarme en Cabo Haitiano y fue solo hace dos semanas que pude lograr mi sueño de ir a Playitas, camino a Baracoa. Allá nos recibió la directora del Museo “11 de Abril”, Milvian Delgado Hernández, biznieta del niño que le sirvió de guía a Martí y Máximo Gómez. Nos recibió con un nido, lleno de piedrecitas y una frase de Martí. Y un video de su abuelo narrándole a Fidel, a quien no veía porque era ciego, la llegada de ambos a la playa y su papel enguiarlos tierra dentro.

Frente al mar recordé que Silvano siempre lloraba cuando llegaba a Playitas, y no pude evitar llorar yo también.

 

El Nacional

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