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Pobres en Venezuela pasan trabajo para atender a sus muertos

Pobres en Venezuela pasan trabajo para atender a sus muertos

FREDDY PERALTA

MARACAIBO, Venezuela (AP) — La última vez que alguien en la familia de Nerio García oyó su voz fue en una llamada telefónica desde una cárcel en las afueras de Maracaibo, la segunda mayor ciudad de Venezuela. García llamó con un celular prestado, pidiéndole ayuda a su hermano.

“Decile a mami que me traiga comida”, dijo García, de 29 años, en la llamada telefónica de las 2 am, dijeron más tarde sus familiares. Otra llamada de otro recluso dijo que García se había robado una pistola y se había escapado, lo que llevó a su madre, Juana Castillo, a la atestada cárcel en Cabimas. Ella estaba desesperada por respuestas, pero en lugar de ello le dijeron que fuese a buscar a la orilla del lago Maracaibo. Allí, ella lo encontró flotando en el agua con un disparo en la frente. “Estoy desesperada”, le dijo Castillo a The Associated Press, mientras estaba con el cadáver de su hijo en una morgue cerca de la cárcel. “Yo lo que quiero es llevarme a mi hijo y poder enterrarlo cerca de donde yo esté“.

Aunque la familia pudiera no conocer nunca la verdad sobre su muerte, el descubrimiento lanzó a la acongojada madre a rescatar el cadáver del agua y tratar de encontrar dinero para sepultarlo. La muerte se ha vuelto una pesada carga financiera para muchos venezolanos pobres, que ya pasan trabajos para encontrar dignidad en vida. Apenas se las arreglan para conseguir comida y albergue para cada día, y la muerte de un familiar puede ser demasiado.

El costo de transportar un cadáver y comprar un ataúd y un lote para sepultarlo puede llegar a centenares de dólares o más. En Venezuela, la mayoría gana el salario mínimo de alrededor de 3 dólares por mes en momentos que la hiperinflación devora la paga. Algunos superan la carga financiera alquilando ataúdes, una opción más barata que comprarlos. Otros acuden a funerarios amateur, que embalsaman los cuerpos en casa y convierten muebles de madera en féretros.

Para muchos en Maracaibo, la crisis económica de Venezuela en los últimos cinco años fue especialmente dura. Una vez el centro de la riqueza petrolera del país, la producción en los últimos 20 años de gobierno socialista se ha desplomado, destruyendo el estándar de vida de los residentes. El líder opositor Juan Guaidó lanzó este año una campaña en la que prometió derrocar al presidente Nicolás Maduro y devolver el país a su prosperidad pasada. Mientras prosigue la lucha por el poder, millones de venezolanos siguen atrapados en el medio. Pobres y ricos por igual en Maracaibo viven con electricidad racionada y pese al abundante petróleo de la región, a menudo esperan en colas durante horas en estaciones de gasolina. Entre las luchas de la vida, demasiado a menudo está la necesidad de proveer un funeral para un familiar.

La activista comunitaria Carolina Leal ha asumido el papel de directora funeraria en su pobre y violento barrio de Altos de Milagro Norte, en Maracaibo, esperando salvar a las familias de una miseria innecesaria que ella ha visto demasiadas veces. Leal dijo que la policía solamente entra al barrio para imponer una letal justicia callejera, mientras que demasiados otros mueren de graves, largas enfermedades, como el SIDA y la tuberculosis. Ella ha presenciado además la malnutrición y el envenenamiento de personas que comen basura en las calles.

“Esto aquí, en el barrio, se volvió un infierno” dijo Leal. “Hubo otros que se pudrieron en las casas porque pedíamos ayuda al gobierno y no nos la daban. Eso me lleno de rabia”. Leal formó un equipo con otros dos vecinos que emplean sus talentos únicos para llevar dignidad a los muertos. En un es reciente, leal estuvo a cargo de 12 funerales. Al saber de una muerte, el carpintero Arturo Vielma visita a la familia doliente y pregunta qué muebles de madera, como una madera o un closet, puede usar para construirle un ataúd. Roberto Molero entonces acude a embalsamar el cadáver sin otro entrenamiento aparte de haber visto cómo se hace en la década que trabajó como chofer de una funeraria.

Eso les da a las familias tiempo para llorar la muerte y conseguir dinero para hacer los arreglos funerales antes de que el cadáver se descomponga. El equipo de Molero incluye una aguja de coser e hilo para arreglar los rostros de personas muertas en choques violentos con la policía. Molero cobra el equivalente de 5 dólares. “No todos tienen, a esos se los he dejado gratis”, dijo Molero. “¿Qué le vamos a hacer si hemos crecido juntos?”. La contribución de Leal se deriva de su antiguo papel como sicaria del partido socialista. Ella dice que ha abandonado su pasado violento, pero no titubea a la hora de persuadir a funcionarios en la oficina del alcalde para que provean un sitio para entierros.

El Nacional

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