De las provincias Duarte, La Vega, Puerto Plata, Santiago Rodríguez y Montecristi, que han sufrido los efectos de los torrenciales aguaceros y que habían sido colocadas en alerta roja ante la vaguada que se desplaza por el territorio acompañada de ráfagas de viento y tormentas eléctricas, sólo queda en esa condición la primera.

Tienen que tomarse todas las previsiones para amortiguar los daños, una tarea en la que la población debe colaborar.

Por aquí se sabe por experiencia el impacto negativo que tienen los aguaceros y las inundaciones hasta en la producción agrícola, pero aún así se suele esperar siempre el último momento para las previsiones.

Las inundaciones y desplazamientos cada vez que caen más de dos gotas de agua no son un fenómeno nuevo por estos predios.

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Incluso se les tiene como el mejor instrumento para medir la pobreza y la carencia de infraestructura porque es cuando sale a relucir la realidad social y económica.

En plena recta final el fenómeno plantea sus complejidades, pues los damnificados, al margen de cualquier elemento, no pueden abandonarse a su suerte.

El Gobierno tiene que auxiliarlos, pero evitando siempre que la asistencia pueda convertirse en un mecanismo para ganar simpatía electoral para los candidatos oficialistas.

El Centro de Operaciones de Emergencia (COE) ha cumplido con exponer la gravedad de la situación y con llamar a la población a tomar las debidas previsiones. La gente debe cumplir acatando el llamado para minimizar los daños.