La emotiva entrega de los Premios Fundación Corripio 2025, realizada el pasado martes 18 de noviembre en la sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito, constituyó una oda a la calidad humana de lo dominicano en función del amor y el servicio a la comunidad, expresados en la persona de las cinco personalidades reconocidas.
Milton Ray Guevara, premio en Ciencias Sociales y Jurídicas, categoría Derecho Constitucional. Un jurista nativo de Samaná, ejemplo de carrera docente, ética y compromiso social, con enormes aportes al desarrollo de la estructura judicial de República Dominicana.
Jorge Gerardo Marte Báez, premio en Ciencias Naturales y de la Salud, categoría Neumología, científico que ha sido referencia tanto por su servicio clínico como por la profundidad esclarecedora de sus investigaciones sobre la problemática clínica del dominicano.
Jairon Severino Duarte, premio en Comunicación, renglón Periodismo, un gestor proactivo del periodismo especializado en el mundo criollo de las finanzas y de las economías nacionales, creador de medios de comunicación sobre economía, en especial desde su actualizado y científicamente ajustado medio impreso y digital El Dinero, con sus secciones, entregas especializadas y contenidos de género.
Leer:
Edmundo Poy, premio al Arte, categoría Danza Contemporánea, un visionario de la danza moderna, responsable de concebir el principal acontecimiento anual de esa disciplina, EDANCO, que durante 20 años ha sido un espacio de intercambio artístico con compañías y solistas de otros países y que ha permitido el disfrute tanto a estudiantes del arte del cuerpo en movimiento como al público que sigue esa disciplina.
Y el Centro de Atención Integral para la Discapacidad (CAID), Premio Familia Corripio Alonso, por su contribución a la sociedad en un área tan tradicionalmente descuidada como es el cuidado de las criaturas de desarrollo diferenciado.
La premiación, realizada con el estilo de alto cuidado en la producción, característico de la Fundación Corripio, fue una celebración de la alta bondad servicial dominicana.
Un ritual que nos recuerda que la altura de los pueblos no es determinada solo por sus estándares financieros o por el estatus de su progreso industrial.

