De la reciente reunión del comité político del PLD se pueden derivar lecciones trascendentes, tanto para esa organización política como para el país. Positivas para la primera, negativas para el segundo.
Una vez más, ese partido demuestra que es capaz de resolver, de una u otra forma, delicadas situaciones internas que suelen presentársele. Que las mismas estallen con posterioridad es harina de otro costal, pero lo cierto es que, aun sea por el momento, de nuevo ha salido indemne de serias amenazas.
Se ha esgrimido que el sector del ex presidente Leonel Fernández, y él de manera particular, salieron derrotados de la referida reunión. Lo veo desde otra perspectiva. El presidente de la organización, a partir de su salida de la primera magistratura del Estado, experimenta una progresiva pérdida de poder que lo ha colocado en situación de desventaja en los organismos partidarios.
En ese contexto, solo tiene dos opciones, intentar salir lo mejor librado de las batallas internas a la espera de distintas circunstancias, o marcar distancia y provocar una división. Su naturaleza política por encima de cualquier otra, le ha aconsejado de la mejor manera y por eso se le ve vadeando el temporal que le ha caído encima, del cual se escurre como terapia sanadora, con reiterados protagonismos internacionales.
En lo que ha devenido el PLD determina que quien maneje el presupuesto nacional y firme decretos, controla el poder. La tónica de esa marcha la impuso y aplicó sin contemplaciones el propio Leonel Fernández, lo cual lo despoja de calidad para protestar por la utilización de la fórmula que patentizó.
La gran derrotada con esa reunión fue la nación, urgida de instaurar auténtica institucionalidad que, sobre la base del presagio que permite deducir el encuentro comentado, deberá esperar.
Es imposible desvincular el resultado de la reunión de los estelares episodios que van a suscitarse en los próximos dos años en términos de la composición o reestructuración de órganos vitales para el funcionamiento estatal y que estarán a cago del congreso o del consejo nacional de la magistratura.
Sin ningún tipo de rubor, el presidente del país se cuidó de asegurarse una infalible mayoría en ambas entidades, lo cual permite asegurar que las nuevas composiciones de tales organismos van a responder a sus particulares intereses, postergándose el anhelo de un amplio sector social de que sean conformados por personas incapaces de ser cajas de resonancias del poder ejecutivo.