El destituido ministro de Economía, Isidoro Santana, ha ofrecido un valioso ejemplo de dignidad al colocar sus principios por encima del cargo que ocupaba. Bastaba con refugiarse en el silencio frente a temas conflictivos, pero esa posición contrastaba con su trayectoria profesional.
Sin reparar en las consecuencias se opuso a la modificación de la Constitución para habilitar al presidente Danilo Medina, así como a la unificación de las elecciones municipales, congresuales y presidenciales.
Pero antes de ser designado en el cargo que desempeñó con eficiencia, sin dar lugar a ningún escándalo, fue de los que no firmó el informe que favoreció al consorcio Odebrecht con la licitación sobre las plantas de Punta Catalina.
En un medio donde políticos y técnicos se humillan por un cargo político, Santana ha preferido perderlo en aras de sus principios.