Reportajes

Problemas mundiales llegan al país

Problemas mundiales llegan al país

Señor, ¿ha visto a un joven extraviado? Indaga una madre preocupada tras vencer la difícil bajada al Valle del Tetero desde el pico Duarte.

-Por ahí va un pegoste de lodo, mire a ver si ese es su hijo, le replica sin ánimo irónico, una voz común desde el discreto interior de una encogida tienda de campaña.

Antes de los cuatro días que cuentan desde el primero de enero en que llovió de noche a noche y el sol apenas se dejó ver por unos cuantos segundos la respuesta a una mujer apenada, hubiese sido grosera e inexacta.

Tras darle el agua en la madre a cuatro meses de sequía inexplicable en que otoño e invierno pasaron sin tormentas y como indiferentes, algo de cierto hay en ello.

Los ríos estuvieron mudos y exhaustos durante dos temporadas que no conocían el paréntesis antes de que el “cambio climático”, que parece actuar a favor de su fama y El Niño, que le suma energías, decidieran cambiarlo todo.

Cada día que pasas por acá es una oportunidad de ejercitar la metafísica de lo sorprendente que le sobrevive a todo.

Es ese tiempo que no tiene horas ni se mide con el limitado auxilio el artificio tecnológico.

Esta vez la Fundación Ecológica del doctor José Díaz, en su versión 27, homenajeó a Miguel Cocco, rara especie que pasó por el Estado sin dejar huellas de lodo.

Díaz ponderó a ese personaje recién fallecido entre la roca poderosa del pico y las veleidades de la brisa helada, justo al lado del precipicio, un lugar exacto para colocar el nombre de un Duarte cuya memoria se tambalea entre la aspereza de la política y la incertidumbre que enfrenta su ética decidida.

Ves que hay gente que viene de las ciudades a depositar basura a orillas de la pureza.

El bosque es el vientre líquido del día y de la noche, su matriz más inmediata y cierta.

La montaña habla en un idioma de colores.

Hay un pajarillo que con su canto monocorde, al que él mismo responde con una cierta nota triste no tiene por qué sentir envidia de la fama que acompaña al ruiseñor.

Como una perla prohibida sumergida en un mar incógnito, no puedes verlo por más que te esfuerces.

Hay gente que olvida el espíritu de convivencia y a las cuatro de la madrugada se atreve a inaugurar un conversatorio que no llega a tragedia de puro milagro.

Hay gente notablemente solidaria.

Vienen los esotéricos, los agnósticos, los problemáticos que se calman ante el vasto prodigio de la noche.

Quien camina desbroza algún misterio que pretende ser develado.

La lección del pico es que el agotamiento que hace sufrir deberá terminar acompañado de alguna recompensa.

La naturaleza es compensatoria y se decide siempre por lo armónico.

El caos es no saber o no recordar el tiempo y su sistema móvil. Lo que hoy es polvo mañana es torrente.

Con lo generosa que es la Naturaleza, su manera imparcial le veda de cualquier crítica injusta.

El grito de “la Naturaleza se está buscando un lío” porque disolvió con su lluvia el micromítin de una organización política sistémica, es el absurdo que no puede provocar menos que una sonrisa.

La gente que sigue metiendo animales al Tetero sabiendo que hay una prohibición legal mientras reclama como suyas las tierras que “pertenecieron” a sus abuelos, va a tener que seguir viendo cómo le enajenan sus reses.

Alex Corona,(al que la gente llama Fidel Castro por su parecido físico, barbas y uniforme incluidos) de Semanerena, cuenta que tuvo que encargarse de miles de chivos y vacas soltados como sin gobierno por estos parques.

Dice, viniendo a comentar su trabajo a los viajeros, que el ganado que no fue sacrificado como manda la ley, le fue entregado a los pobres y que la función no termina por ahora.

La mayor complejidad, daños adicionados, se encuentra en el parque José del Carmen Ramírez, al que pertenece Tetero, con la gente del Sur que parece no comprender su rol en el territorio.

Lo que toca al Estado, al que están enfrentados por generaciones, es procurarle una salida al problema y que no vaya un día a reproducirse el espectáculo macabro de Palma Sola, que dejó una estela de muertes campesinas en un número que nunca ha sido precisado.

El Nacional

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