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En una de mis propuestas anteriores comenté que el Estado dominicano debe tener herramientas para su gestión de crisis de relaciones exteriores. Actualmente, y siendo justo, reconozco que son muy limitadas las acciones realmente disponibles para el Estado, por ello en esta ocasión propongo una ley de sanciones y control de activos de individuos, organizaciones y estados extranjeros para agregar una herramienta que nos permita actuar no solo en función de nuestros intereses, sino para la protección de nuestra economía y el sistema financiero.
En los últimos años la República Dominicana ha resultado ser un país atractivo para los delincuentes internacionales, y sus capitales, buscar refugio. Adicionalmente, esta carece de la capacidad de imponer sanciones económicas, comerciales o financieras a individuos, organizaciones o estados conforme lo determine su política de relaciones exteriores.
Una consecuencia práctica de esta carencia normativa es que mientras Estados Unidos impuso sanciones a varias docenas de individuos involucrados en el soporte y financiamiento de las pandillas en Haití, República Dominicana no pudo replicar dicha acción de similar forma y se mantiene expuesta a que esos individuos utilicen nuestro territorio para esquivar esas sanciones.
Si bien es cierto que la economía dominicana o su sistema financiero no tienen la relevancia global como para generar el mismo efecto que Estados Unidos o la Unión Europea, esta no es insignificante para la región del Caribe, Centroamérica y el norte de Suramérica, donde se concentran nuestras iniciativas diplomáticas más importantes.
Las sanciones que pudieran estar disponibles incluirían la congelación de los activos en nuestro territorio de individuos, organizaciones y estados, restringir importaciones y exportaciones, así como la capacidad de hacer negocios con dominicanos, restricciones de entrada por nuestros puertos y aeropuertos, entre otras medidas económicas, comerciales y financieras que fortalezcan la posición diplomática de nuestro país.
Una ley de esta naturaleza le daría un poco más de dientes a nuestra política exterior, y aunque, por supuesto, podría no tener mayores implicaciones en situaciones como la invasión rusa a Ucrania donde, siendo honestos, no tenemos mayor relevancia, sí pudiera ser de mayor importancia en el manejo de las relaciones exteriores en nuestra región.
Una herramienta de esta naturaleza deberá ser utilizada de forma bien cuidadosa y estratégica, que sirva como reflejo de nuestros valores como nación en defensa de la seguridad y estabilidad regional, la democracia y los derechos humanos, debiendo cuidar que la misma no pueda ser abusada o utilizada de forma torpe en perjuicio de esos valores o para perjudicar las relaciones que mantenemos con nuestros aliados comerciales y diplomáticos más cercanos.