Editorial

¿Quién es el culpable?

¿Quién es el culpable?

En medio de la vorágine de la criminalidad que agobia a la sociedad dominicana, el Congreso se apresura a modificar  el Código Procesal Penal que se identifica como la causa básica del auge de la violencia y delincuencia, igual que en  la fábula aquella  que narra la crisis social desatada por el uso y disfrute de la sombra que proyectaba un burro que al final todos coincidieron en culpar al animal por la tragedia acaecida.

Ese Código,  como todo texto jurídico,  es dinámico, cambiante y, por tanto, requiere con el tiempo  revisión como lo anuncia el presidente de la Cámara de Diputados,  licenciado Abel Rojas, pero es menester advertir que  aunque ayuda a  los esfuerzos por disminuir  el índice de criminalidad,  su modificación no  debería interpretarse como la panacea de ese flagelo.

En la fábula, el pleito judicial  en torno al asno desencadenó en aguda polémica sobre quién recaía la responsabilidad por la desdicha colectiva, si al burro o a su sombra. Ahora el debate parece centrarse en determinar si la causa de tanta delincuencia y violencia está en el Código Procesal Penal o  en una combinación de venalidad, deficiencia y corrupción entre jueces fiscales y policías. 

Sería de gran provecho la revisión también del Código Penal para que se incluyan las figuras de las penas consecutivas y se aumenten las sanciones contra  el sicariato, robo agravado,  violación, feminicidio y narcotráfico, sin  que el legislador pretenda  retroceder  el ordenamiento jurídico procesal y criminal a la superada cultura del tránquenlo.

Todos los Códigos han de tener la etiqueta de garantistas, de conformidad con la Constitución de la República, lo que no es obstáculo para que  reflejen drasticidad frente a toda forma de criminalidad o de reincidencia  en la  comisión de infracciones tipificadas como crímenes.

Aunque la normativa procesal penal requiere de revisión y modificación, no debería  soslayarse la válida preocupación respecto a la lenidad de los jueces, al  extremo de que en más de tres mil sometimientos por narcotráfico, apenas algunos infractores guardan prisión preventiva y se cuentan con dedos de una mano los que han sido  sancionados en última instancia.

Obra a favor de la delincuencia, la manifiesta negligencia del Ministerio Público en la preparación de expedientes que  llegan a los tribunales con  deficiencias tales que obligan a los magistrados a  decretar simple desistimiento,  como también se resalta la creciente complicidad de militares y policías en la comisión de robos, asaltos, atracos, secuestros y sicariato.

Sería una tragedia mayor si,  como en  la celebrada obra de Durremat donde  una agobiada población culpó al   asno de todos sus sufrimientos, se pretendiera ahora mercadear el falso criterio de que el Código Procesal Penal es la causa única de tanta delincuencia y criminalidad.

El Nacional

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