Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Derechos e impuestos

 

La correlación que existe entre derecho y deber es indiscutible. Donde hay derechos hay deberes y quien ejerce los derechos debe cumplir con los deberes. Se parece mucho a la contabilidad de doble partida. Esta impone que a todo débito le corresponde un crédito. O como el vínculo dialéctico entre la vida y la muerte: una engendra a la otra y viceversa. Nada es gratis en la vida. Todo demanda su contrapartida. Solo las personas con espíritu de parásitos y con inclinación a la irresponsabilidad y el oportunismo creen que pueden disfrutar de los derechos sin pagar por ellos.

En las sociedades deformadas, atrasadas y dependientes como la nuestra existen estructuras de privilegios irritantes que rompen con el ordenamiento legal del país y con las normas universales. Esto se debe a que todavía carecemos de una verdadera clase social gobernante, como certeramente afirmó el profesor Juan Bosch. Lo que tenemos es una clase o grupo de clase dominante.

Sabemos que la característica esencial que diferencia la clase gobernante de la dominante es que la primera cuida las formas y, por el contrario, la segunda no le da importancia al modo en que se comporta. La clase gobernante establece las reglas de juego y es la primera en cumplirlas. Sabe que debe dar el ejemplo para adquirir fuerza moral y política frente a los gobernados. Pero los sectores dominantes no entienden eso. Ellos aprueban las leyes con la intención de aplicárselas a los dominados. Jamás para respetarlas. Por eso la conducta de la clase gobernante es sutil, cuidadosa y comprometida con el orden establecido, mientras que los sectores dominantes reflejan un accionar que se identifica por su vulgaridad, brutalidad y desprecio ante las normas que ellos establecen.

La conducta de los sectores dominantes aliena a las grandes mayorías nacionales. Hasta el grado de que las relaciones sociales se tornan enfermas. En las funciones públicas, el mérito ofende, la responsabilidad es castigada, el servilismo resulta premiado y la buena trayectoria profesional o académica es rechazada como innecesaria y afrentosa.

Cuando existe clase gobernante la sociedad prospera con un mínimo de equidad y de justicia social. Estados Unidos de América y la gran mayoría de los países de la Unión Europea, en su territorio, son modelos a seguir. Y las condiciones en que se desenvuelve nuestro país es una prueba de la inoperancia de los sectores dominantes que tenemos.

Esa realidad es la que obligó al ejemplar director general de Impuestos Internos, Guarocuya Félix, a declarar que tenemos una buena administración tributaria, “pero una mala estructura tributaria”. Y que “los que más tienen pagan menos”. Para concluir diciendo que es “en la estructura tributaria donde comienzan las injusticias en el país”.

Y si los grandes contribuyentes evaden el pago de los impuestos no hay posibilidad de cubrir los costos de los derechos sociales. Y la espiral de injusticias continúa.

 

Rafael Ciprián
rafaelciprian@hotmail.com

El Nacional

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