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QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Rafael Ciprián

Cuba hoy

La República Socialista de Cuba, desde su fundación, ha sido un dolor de cabeza para el gobierno de los Estados Unidos de América (EUA). Sobre todo a partir del momento en que el Departamento de Estados se convenció de que el comandante Fidel Castro no tenía ninguna intención de ser un líder político-militar más de los muchos que en América Latina y El Caribe han sido.

 Cuando los fieros barbudos dominaban la Sierra Maestra, los gobernantes de la patria de Abraham Lincoln trataron de comprarles la voluntad con ciertas ayudas. Los guerrilleros se las aceptaron sin comprometerse más de lo necesario. Esa relación clandestina y de doble rasero, porque también apoyaban al régimen dictatorial, asesino y corrupto de Fulgencio Batista, procuraba poner huevos en cada canasta.

 Pero subestimaron a Fidel Castro. Tarde se dieron cuenta de que él no se transaba por nada que no fuera la gloria y el bienestar de los cubanos, dentro de su concepción del mundo y el correspondiente sistema económico, social y político, basado en las ideas marxistas-leninista.

 Los EUA nunca le perdonaron ni le perdonarán que haya declarado un Estado socialista en sus propias narices. Y cuando trataron de aniquilarlo, tanto con presiones políticas, atentados personales y con la invasión militar de Bahía de Cochinos, que fueron un fracaso rotundo, solo consiguieron que el nuevo gobierno cubano generalizara las confiscaciones de las transnacionales que operaban en la patria del inconmensurable José Martí.

 El surgimiento de la Revolución fidelista generó toda clase de esperanzas. Y fue una luz que alcanzó la obscuridad de otras cosas, como canta Silvio Rodríguez.

 Ninguna persona bien informada en las primeras décadas de la Revolución cubana dejó de simpatizar con ella. Ese gran acontecimiento político representó la dignidad latinoamericana.

Pero el brutal bloqueo o embargo, como quieran llamarlo, que EUA mantiene contra Cuba, unido al exceso de burocratismo y elitismo interno, que retranca las reformas al sistema, vienen minando la eficacia y la eficiencia que todos esperamos.

 Además, algunas decisiones políticas erradas, por una inflexibilidad oficial sin sentido, han empañado el brillo de la Revolución. El caso del poeta Padilla, el excesivo celo en el control de la libertad de expresión y de la movilidad social, unido a la crisis económica, con varios dígitos de inflación y desabastecimiento de los artículos de primera necesidad, y la pandemia están asfixiando la esperanza, que siempre merece vivir.

 La Cuba de hoy no es la isla fascinante de otros tiempos. Esa es la verdad, si se miran con ojos críticos y autocríticos las condiciones de vida que tiene. Pero confiamos en una revisión profunda que salve los logros de la Revolución.

Por: Rafael Ciprián (rafael.l.ciprian@gmail.com)

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