En un momento dado de nuestra realidad podría llegarse a pensar que República Dominicana es una procesión de un entierro de un niño de cualquier comunidad del país, envuelto en papel de celofán, para ser enterrado con cantos, gemidos y ron con dolor y resignación.
Si partimos de la política criolla, en cualquier época del año o cada cuatro, no andamos muy lejos de echarnos a llorar a ver si encontramos quien nos consuele, por cada quien que dice que andamos viento en popa, hay tres que dicen lo contrario; entonces a la hora de sopesar esta realidad nos damos cuenta que lo que se hace llamar ficción, como la definiría cualquiera, no es ni una cosa ni la otra, sino puros desaciertos. Hay que inventar, desenterrar en el pasado u otros términos para buscar definirnos.
Cuando abrimos los ojos es para cerrarlo definitivamente, en cualquier orden que se piense. Cualquier expresión de optimismo se dice con pena en la cara por como nuestra realidad socio política se nos presenta y pretende que dejemos la cabeza por ahí y sigamos pensando que está sana, porque nuestra realidad anda patas arriba, como chichigua en banda para que estemos jodidos.
Los casos más patéticos son nuestros políticos que aspiran a cargos públicos para después convertirse en empresarios privados si es que ya no los son, cosa que no tendría nada de malo si no fuera con más mañas de la cuenta y como, no todos, lo han conseguido (enumerarlos es una pérdida de tiempo. Ellos sabes quienes son). ¿Qué nos queda que no esté ruyido por sus bocas con un solo diente bien afilado? Tal vez seguir quejándose.
Si esta es la nota, vamos a enriquecerla con nuestras viseras, porque es lo que queda ante tanto desparpajo de la política criolla, de la violencia doméstica, en las calles, a cualquier hora del día (que no salga en los periódicos con la cantidad que pasan o en la red no significa lo contrario) de creer en lo que nos conviene en la boca, pero dentro de uno es todo lo contrario.
Nuestra realidad anda patas arriba, como chichigua en banda, para que estemos jodidos.
Cada día nos damos cuenta con más prontitud, que andamos en la cuerda floja con discursos de que todo está bien, que Dios cuida al pueblo dominicano porque al otro le pasó una catástrofe para la de nunca acabar y a nosotros no. Entonces, nuestra posible suerte divina radica en que el otro se estuvo a punto de joder o se jodió. Muy bonito, muy de un buen cristiano de la nueva era (en minúscula para que la verdadera no se sienta aludida) y cada día hay menos santos a quien prenderles velones, con todo y que creo que mientras más caro, mejor el velón, con esencia y todo, y más cerca estamos de la divinidad para que nos cumpla lo que pedimos, con los ojos más abiertos que una luna nueva.
Como suciedad, perdón sociedad, estamos embelesados con la palabra oral, con los discursos con sentido para el que lo dice y lo pondera, para la esperanza de mala fe, no importa cómo se prediquen.
Todo es una pose, todo es amagar y no dar en este corre corre hacia el futuro ecológico, social, familiar con más problemas de la cuenta para el futuro inmediato, mientras el presente está en capillas ardientes en los hospitales, en las calles, en el caos de la violencia intrafamiliar, en los niños que se mueren por enfermedades que con poca cosa podrían solucionarse, con adolescentes embarazadas por pi pá; por no tenerles miedo a los pasos en falsos, como si lo “malo” nos va a cuidar cuando se destape sino todo, parte de ese todo que basta para que dejemos por adelantado el corazón, el pellejo, el sentido común en lo que viene quedarse sin la cabeza.
Tengo calor, déjame ver si llega la luz para prender este KDK con las aletas rotas, a ver si me refresca el presente que comenzó a arder no bien desperté y me tiré de la cama tras estas elecciones de precandidaturas, que han demostrado que el gas pela a los “perdedores” y a los que ganaron a “pura chepa” con susto y todo, también. Ganó la tradición del chanchullo eterno, cual sea el bando.
El autor es escritor.