La agitada y costosa campaña ha sido tan tensa y saturante, que son escasos los resquicios que ha dejado para conocer y reflexionar sobre las propuestas no sólo de los candidatos con más posibilidades, sino de todos los que compiten por el respaldo en las urnas del electorado.
El día antes de las votaciones está reservado precisamente para la reflexión. Pero el intenso calor que ha caracterizado el certamen, sobre todo en estos últimos días, ha motivado que la Conferencia del Episcopado convocara una jornada de oración, a fin de que impere la armonía y se acate la voluntad del pueblo expresada en las urnas.
En una carta los obispos invitan a orar para que en los comicios, en los que unos 6.5 millones de ciudadanos son aptos para ejercer el sufragio, primen la paz, la convivencia armoniosa y el respeto a la libertad de conciencia de cada elector para votar de acuerdo con su conciencia.
Resulta muy alentador que en la medida que se ha acercado el conteo regresivo para la hora cero se han diluido los conflictos y conjeturas en torno a entes como la Junta Central Electoral (JCE). Y también la seguridad de que el sistema está blindado contra la posibilidad de alterar los resultados.
Sin embargo, es necesario velar para que cada ciudadano pueda ejercer el sufragio, como plantean los obispos, sin el menor contratiempo ni obstáculo de ninguna índole. Esas condiciones representan la mejor garantía de que el voto pueda ser tan libre como manda la conciencia.
El hecho de que la JCE haya sido apoderada de denuncias de intimidaciones, compra de cédulas, intentos de soborno de delegados, represión y otras prácticas bochornosas ensombrecen el clima de libertad y seguridad de que tienen que revestirse los comicios para que haya más garantías.
Lo ideal sería que en medio de la propia saturación que ha caracterizado la campaña cada ciudadano pueda encontrar espacio para reflexionar sobre la situación y los retos de la nación, a fin de depositar en las urnas un voto consciente. O, en su defecto, por quien considere más comprometido con los destinos nacionales.
De manera, que la jornada de oración que han convocado los obispos es muy propicia para bajar la tensión de un pulso electoral en que han primado prácticas impropias de una nación que, tras la caída de la dictadura de Trujillo, hace más de 50 años, ha superado un golpe de Estado, expediciones guerrilleras, una guerra civil, una intervención militar estadounidense y censurables atropellos y violaciones constitucionales en aras de un sistema democrático.
Cabe esperar, pues, que el mensaje de la Iglesia cale en todos sus aspectos, para que las elecciones de mañana sean una jornada cívica y democrática.

