Con una oposición que se había negado a dialogar y que comenzó a criticar la reforma fiscal desde antes de darse a conocer era quimérico pensar en consenso sobre el proyecto.
Pero la ausencia de diálogo puede subsanarse con las vistas públicas que anunció la Cámara de Diputados para que tanto la oposición como empresarios y representantes de la sociedad civil expongan sus consideraciones sobre el controversial proyecto.
Si la reforma atenta contra la supervivencia de los pobres y la clase media, la oposición tendrá la oportunidad de hacer sus señalamientos en los debates abiertos que propiciarán los diputados.
Hay quienes entienden que en lugar de gravar alimentos ha debido regular el subsidio a los partidos políticos y eliminar el llamado barrilito y los privilegios de los congresistas.
Aunque los diputados oficialistas cuentan con mayoría para imponer la reforma, han tenido la prudencia, como demandan las circunstancias, de escuchar el parecer de todos los sectores antes de tomar una decisión. Con un proyecto tan controversial, claro está, no se podía proceder de otra manera.
La reforma, consignada en la Estrategia Nacional de Desarrollo, tiene a su favor que todos la consideran impostergable y que las contradicciones son en torno al alcance.
Las vistas públicas deben aprovecharse para enriquecer y no para boicotear el proyecto con el que el Gobierno procura recaudar unos 120 mil millones de pesos.