Pese al despliegue de alrededor de 11 mil soldados bien equipados, el incesante trasiego migratorio por la frontera justifica la inversión en la ampliación del muro en la zona.
El presupuesto inicial fue de 1,750 millones de pesos, pero luego se aumentaron 550 millones para completar una extensión de 200 kilómetros.
La obra dispone de sensores, sistemas múltiples de monitoreo y pasos para los mercados binacionales.
Los 13 kilómetros que se han agregado a la segunda fase elevan aún más la inversión con el propósito de garantizar un control más eficaz sobre el trasiego migratorio y el contrabando de armas, drogas y mercancías por la zona.
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El Ejército, que tiene a su cargo la vigilancia de la frontera, ha evidenciado su porosidad con la frecuente detención de indocumentados haitianos de que da cuenta en la línea noroeste. La facilidad con que se burla la vigilancia ha incidido en la inversión para ampliar otros 13 kilómetros de muro desde Manzanillo, Montecristi hasta Capotillo, en Dajabón.
El ministro de la Presidencia, José Ignacio Paliza, ha planteado que la verja cubra los 300 kilómetros de la línea fronteriza.
La inquietud es que si los militares desplegados en la frontera no cumplen con una estricta vigilancia la inversión podría tardar en dar buenos resultados o servir para muy poco.
El trasiego migratorio irregular debe evitarse para economizar al país el cuantioso gasto que representan las redadas y las repatriaciones. En ese aspecto las autoridades tienen que ser más celosas.