La aprobación al vapor en el Senado del Presupuesto General del Estado constituye un acto de soberbia en el cual se aplicó una mayoría mecánica como poderoso rodillo para intentar aplastar toda posible disidencia en torno a la conformación de un instrumento de desarrollo cuyo diseño compete discutir a todos los sectores de la sociedad.
En un acto sin precedentes, la presidencia de la Cámara Alta declaró de urgencia el proyecto de Presupuesto correspondiente a 2012, que fue aprobado en dos lecturas consecutivas con el voto de la mayoría absoluta del Partido de la Liberación (PLD) y sus aliados.
Tal y como afirma el Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep), esa apresurada aprobación constituye una señal negativa para la endeble institucionalidad, pues fue votado por los senadores sin que mediara discusión o estudio en esa cámara.
A la sociedad le asiste derecho de conocer la forma en que fue estructurado el Presupuesto 2012 y de valorar la pertinencia en la distribución de los ingresos estimados, a los fines de que pueda ejercer su poder de persuasión para que se modifiquen partidas que resulten mayores o menores de acuerdo a las necesidades de las diversas instituciones.
La aprobación al vapor de tan trascendente proyecto constituye un acto antidemocrático, de soberbia política que agrede la vocación de pluralidad que debería exhibir el partido oficial, máxime si se trata de un instrumento de ley que incidirá de manera determinante sobre el presente y futuro de la nación.
En vez de aplicar la aplanadora, los senadores del PLD debieron abrir compuertas a una discusión productiva sobre una ley de Ingresos y Gastos Públicos que ha sido diseñada bajo la tutela del Fondo Monetario, que ha obligado a consignar transferencias por 24 mil millones de pesos al Banco Central y por más de once mil millones al subsector eléctrico, además de imponer reducir el déficit fiscal a 0.9 del PIB.
Los diferentes sectores de la población tienen mucho que aportar al contenido de esa pieza, tanto en su distribución como en la identificación de fuentes de ingresos, porque al fin y al cabo se discute o se debate en torno a una ley que, como la referida a ingresos, gastos e inversión, debe reflejar una auténtica consolidación de la democracia participativa y plural.
Con ese voto de soberbia y sectarismo, el Senado ha inferido una cuchillada al espacio democrático, cuya herida debe ser subsanada por la Cámara de Diputados, compelida a abrir sus puertas de par en par para que representantes de la sociedad toda discutan libremente el contenido del Presupuesto General del Estado. Tal parece que en el Senado, Trujillo vive.
