Editorial

 Salomón

 Salomón

Los sectores confrontados  en el  Partido Revolucionario (PRD) están compelidos a  reconocer una vía interna legal y legítima que asuma el rol de instancia  arbitral o  de corte  de consenso para  procurar resolver  esa crisis, porque ninguna otra forma de resolución evitaría que la pugna por el control de esa organización concluya con la receta salomónica de matar al niño para que cada cual tome la parte del cadáver que  cree le  corresponde.

La decisión del Tribunal Superior Electoral (TSE) de revocar la suspensión del presidente del PRD y la expulsión de otros miembros de ese partido, dispuesta por órganos de dirección convocados por la contraparte, en nada contribuye a conjurar o siquiera disminuir la fiebre de división que  convulsiona  al PRD.

Esa sentencia no es reconocida por un sector perredeista que considera que  el TSE carece  de jurisdicción para juzgar asuntos disciplinarios de partidos políticos, lo que indica que el fallo evacuado no surtirá efectos siquiera de calmante ante el crack perredeista, por  lo que el liderazgo de ese partido debe identificar otras posibles fuentes  arbitrales o dialogantes.

Ambas partes alegan tener mayoría  en los órganos de dirección del PRD (Comisión Política y Comité Ejecutivo Nacional), por lo que  una de las vías expeditas para  restablecer legalidad  en esa organización sería que  uno y otro sector sometan  al escrutinio de instancias válidas escogidas de común acuerdo  las listas con los miembros  de pleno derecho de esos organismos

Una vez comprobadas y aceptadas esa membresía, los sectores en conflicto deberían  acordar una convocatoria única del órgano mayor, bajo la supervisión de árbitros escogidos de común acuerdo, que pueden provenir de la Internacional Socialista (IS),  a la que pertenece el PRD, o de  sectores de la  sociedad.

En algún lugar de los archivos  del partido blanco, debe reposar  una relación escrita con  nombres y apellidos de  la matrícula de su Comité Ejecutivo y de su Comisión Política, únicas instancias que aprueban o rechazan sanciones disciplinarias o  remoción de  dirigentes.

Dado que el Partido Revolucionario representa  un contrapeso esencial para el sostenimiento de la democracia  nacional, el temor mayor  de la  sociedad no es  el que  la crisis desemboque en una división,  sino que  la intransigencia  e irracionalidad lo  conduzca a la inhabilidad o extinción.

 De nada sirve que los perredeistas acepten o rechacen la sentencia del Tribunal Superior Electoral,  porque si los bandos confrontados no exhiben madurez ni se abocan a identificar fuentes de entendimientos o aceptar  las resoluciones de los organismos de dirección válidamente convocados y constituidos, no quedará más remedio que  matar al niño y dividir su cuerpo.

El Nacional

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