El emblemático barrio San Carlos ha sido víctima del desprecio e indiferencia de sucesivos gobiernos, a los que no parece importarle que esa comarca, ubicada en el corazón de Santo Domingo, ha estado presente en todas las luchas por la preservación de la soberanía nacional, las libertades públicas y la consolidación de la democracia.

Durante los gobiernos del presidente Joaquín Balaguer, esa populosa barriada fue mutilada para dar paso a la ampliación de las avenidas 27 de Febrero y México y, aunque se construyeron edificios multifamiliares, centenares de familias fueron refugiadas en Los Alcarrizos, llevando entre sus trastos, miseria y marginalidad.

Más de 50 años después, San Carlos sigue sumido en el abandono, con sus añejas cuarterías o traspatios, donde decenas de familias malviven entre lodo cloacal. Ese histórico barrio, que colinda con el Palacio Nacional, carece de eficientes sistemas de acueducto y de canalización de aguas negras, con la mayoría de viviendas de zinc y madera a punto del colapso.

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Los comunitarios llevan más de medio siglo reclamando que algún gobierno se apiade de ese histórico barrio con la construcción apartamentos y arreglo de casas, así como otra escuela pública, centro vocacional, un hospital y fuentes de trabajo. San Carlos no merece tanto desprecio oficial.