Opinión

Santo Domingo repleta

Santo Domingo repleta

Por:  Eduardo Álvarez

cenitcorp@gmail.com

 

La ciudad de Santo Domingo, mediados los 60, guarda poca relación con la presente. A no ser ciertos enclaves urbanos, precursores de lo que es hoy una urbe saturada, más bien presionada por una explosión demográfica y una tendencia arquitectónica vertical, impensable cincuenta años atrás. Tan pronto llegó al poder en 1966, Balaguer entendió la necesidad de abrir la ciudad, primero, por la parte noroeste, luego, por el este.

Esta ciudad se debate hoy con las tensiones propias de un rebosamiento insostenible, tanto vegetativas como cívicas. Las horas pico se repiten tres veces al día, ofreciendo duras pruebas de paciencia, tolerancia y prudencia para quienes transitan por sus calles. Es incalculable el tiempo que pierden miles de ciudadanos atrapados en tapones que se repiten en la mañana, al mediodía y al caer la tarde.
Las grandes avenidas construidas durante treinta años, están repletas de centros comerciales, vehículos y letreros que compiten con el orden, la tranquilidad y el paisaje urbano. Las normas edilicias para regular la publicidad exterior parecen haber sucumbido frente a los arbitrios aportados por publicitarias y anunciantes, dando lugar a una ciudad altamente contaminada en el orden visual. Vías funcionales hasta chocar con una realidad estadística, -social y económica-, que las han dejado muy atrás.
Este cuadro representa un nuevo desafío, superior al asumido por Balaguer en el ’66. La 27 de Febrero, Churchill, Kennedy, Sarasora, Luperon, 30 de Mayo, José Contreras y otras grandes avenidas, llenas hoy reclaman otras de mayor amplitud y extensión. Sin embargo, todo plan de actualización urbana es improbable sin la participación e iniciativa de un estadista visionario y audaz, cuya prioridad sea el país, por encima de su patrimonio personal.

El Nacional

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