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Shakespeare

Shakespeare

Eduardo Álvarez

Luego de dar algunas pinceladas sobre destacados personajes de Shakespeare, creo pertinente dedicar un par de artículos a la valoración poética y filosófica de su obra. Por supuesto, ha tenido más suerte entre los poetas que el reservado y severo escrutinio de los filósofos. Aunque el teatro siempre espera más de la lírica que del pensamiento, el Bardo parece haber superado la prueba en ambos lados.

Voltaire es el primero en darlo a conocer en Europa aunque no el más destacado en esa tarea. Se atribuye a grandes pensadores alemanes la trascendencia histórica de Shakespeare. G. E. Lessing antecede a otros germanos aún más notables, como Lichtenberg, Hamann, Herder, Hegel, Nietzsche, Wittgenstein, Goethe.

Dogmático, y muy perspicaz en lo referente a los temas británicos, como todo buen francés, pudo haber obviado la dimensión del dramaturgo Emerson advierte luego que tampoco nadie sospechó que era el “poeta de la raza humana” quien se nos revelaba en Shakespeare.

“Lo más horrible de todo es que el monstruo tiene partidarios en Francia , y para colmo de calamidades y horrores fui yo mismo el primero en hablar hace tiempo de este Shakespeare; yo mismo el primero en mostrar a los franceses algunas perlas que había encontrado en su enorme estercolero.

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Era un gran genio, pero vivió en un siglo grosero; y en sus obras se encuentra la grosería de su tiempo más que el genio del autor”. No faltan quienes resentimiento en este severo juicio de gran Voltaire.

Pero Herder descubre más tarde que Shakespeare es “el ojo que ve el corazón secreto de las cosas”. Y añade: “Todas las obras teatrales de Shakespeare son propiamente Historia; únicamente Historia, tan plena, tan completa, tan viva como sólo ella puede acontecer en la gran confluencia de los sucesos del mundo”.

Nietzsche hace una pausa en espíritu anárquico para apreciarlo: “Mi gusto artístico defiende los nombres de Molière, Corneille y Racine, no sin rabia, contra un genio salvaje como Shakespeare”.

El juicio de Goethe es más que concluyente: “El teatro de Shakespeare es una bella caja de rarezas, en la que la Historia del mundo pasa ante nuestros ojos en los hilos invisibles del tiempo.

Sus obras giran en torno a ese punto secreto que todavía ningún filósofo ha visto ni ha podido determinar, en el que lo peculiarmente propio de nuestro yo y la libertad pretendida de nuestros deseos choca con el discurrir necesario del todo”. ¿Se podría decir más del Bardo?