La gente quisiera no alarmarse con los frecuentes temblores de tierra que han ocurrido estos días. Pero no tiene cómo evitarlo. Y menos con las grietas que se han reportado en planteles escolares y otras instalaciones, además de los vicios de construcción que se verifican en obras recién inauguradas.
Otra cosa fuera que los sismos no se sintieran. Pero resulta que movimientos de 5.3 y 5.4 grados, cuyos epicentros se han registrado en Nagua o San José de Ocoa, han estremecido el territorio, aunque sea en forma leve. Pero el caso es que a las perturbaciones emocionales, se agregan visibles efectos materiales.
Es comprensible el esfuerzo de las autoridades, y hasta de los mismos especialistas en la materia, para evitar que cunda el pánico. Pero cuando sólo en Nagua y Sánchez se agrietan 24 y ocho planteles escolares, respectivamente, se hace difícil desterrar el miedo sólo con simples mensajes. En esas localidades los estudiantes se han resistido a asistir a clases temerosos por las grietas causadas por los sismos.
Como estudios a manera de uno presentado en Estados Unidos dan cuenta de que el terremoto que en 2010 destruyó gran parte de Puerto Príncipe podría ser la manifestación de un nuevo ciclo de fuerte actividad sísmica, se espera que las autoridades tomen las prevenciones correspondientes.
El ex ministro de Obras Públicas, Rafael Corominas Pepín, un experto en la materia, ha recomendado iniciar cuanto antes un vasto programa para reforzar los edificios públicos, particularmente centros escolares y hospitales. El sector privado, que no es ajeno a los efectos de los temblores, ya se ha abocado a blindar sus instalaciones.
Las grietas en planteles, puentes y otras construcciones indican la necesidad de revisar muchas obras para evitar consecuencias catastróficas frente a temblores siquiera de mediana envergadura. Los que han sacudido el territorio estos días no han excedido de los 5.4 y los efectos se han sentido en los rincones más lejanos.
Pero es bien sabido, por experiencia, que hasta las inundaciones provocan derrumbes y los más diversos daños en diferentes construcciones. Ese simple detalle indica que el país no está preparado para un movimiento como el que según el estudio publicado en el boletín de la Sociedad Sismológica de Estados Unidos podría afectar la isla.
La falta de recursos no puede ser un pretexto. Máxime cuando es mucho el dinero que se gasta en obras faraónicas, que si pueden ser necesarias, no tienen la prioridad que demanda evitar cualquier tipo de desgracia provocada por fenómenos geodínámicos.
Sin necesidad de alarmarse, pero en una región en que los frecuentes temblores han sido relacionados con un nuevo ciclo de actividad sísmica con futuros y devastadores terremotos lo mejor es prepararse.

