Opinión

Supervivientes

Supervivientes

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Para Hegel, enuncia el filósofo italiano Antonino Infranca, “el propio miedo del esclavo contagia y aprisiona al amo, que se vuelve —al mismo tiempo— su propio esclavo, conformando una simbiosis” (Revista Topía, 2001). Sin embargo, hubo una transformación esencial en la aparente sumisión de los que optamos por adaptarnos y supervivir a la dictadura, y ese cambio fundamental comenzó a contagiar nuestra generación a partir de la mitad de los años 50’s, cuando Trujillo permeó la obediencia y la admiración del país hacia su régimen, tras sustituir la dureza del respeto y el temor como sostén de la obediencia —articulados a través de bandas organizadas y caciques despiadados— por una nueva estrategia de terror psicológico, copiada de los dictadores que pisaron nuestro suelo a partir de la mitad de ese decenio: Domingo Perón, Marcos Pérez Jiménez, Gustavo Rojas Pinilla y Fulgencio Batista, quienes se aposentaron en el país y lo convirtieron en una madriguera de canallas, un espacio decisivo en el que los asesores de Trujillo debieron exponerle que el tiempo de regir un país con la táctica del terror como doctrina había llegado a su fin.

Hoy, los que sobrevivimos de aquella generación nacida entre 1937-38 al 1942 —los más jóvenes contando con setenta y siete años y los mayores sobre los ochenta—, podemos mirar atrás y sonreír, porque partiendo de los hitos que marcaron al país desde el decenio de los 30’s, la vida ha recorrido un trayecto histórico impulsado por cruciales cambios sociales, tecnológicos y científicos, y nuestra generación, con muy pocas excepciones, los ha recorrido como protagonista de un discurso apegado a las disciplinas ensambladas a las ciencias, los deportes, la literatura y la tecnología, tratando de servir a los demás y auspiciando y respetando los valores que engrandecen la patria.

La Generación del 60 habitó dos tercios de la dictadura de Trujillo y en ese interregno histórico decenas de sus miembros fueron torturados y asesinados.

Pero luego de la muerte del dictador, nuestra generación fue partícipe de primer orden en la huida de los Trujillo, a finales del 1961, y de Balaguer, en 1962; en el apoyo a Bosch en diciembre de ese mismo año y en las luchas guerrilleras y protestas urbanas escenificadas tras su derrocamiento en 1963; en la participación decisiva y combatiente durante la revolución de abril del 1965; y en el enfrentamiento al balaguerismo desde su misma ascensión al poder en 1966, hasta su salida en 1978, en donde muchos de sus integrantes fueron asesinados.

Nuestra Generación del 60 ha completado los ciclos discursivos de un país, que aunque a veces parece doblarse sobre sí mismo, siempre se levanta vigoroso, apoyándose en sus buenos hijos. Por eso, los supervivientes de nuestra generación, sin miedo al pasado, sin miedo al presente y sin miedo al futuro, podemos enfrentar los desafíos, trampas y enmascaramientos que nos acechan, porque hemos vivido una vida colmada de zancadillas y la hemos supervivido como una llama ardiente atravesando la historia.

El Nacional

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