Opinión Editorial

Taladra el alma

Taladra el alma

El asesinato a balazos de tres niños dominicanos por su padrastro, quien se suicidó, en una tragedia acaecida en el interior de un vehículo, en el condado Gwinnett, Atlanta, Georgia, enluta a la comunidad dominicana en Estados Unidos y sobrecoge a la sociedad nacional.

Arianny, de 13 años; Chadal, de 9, y Carlos Michelle, de 11, fueron confiados por su madre, Karina Rodríguez, a su expareja, José Plasencia, de 57 años, con la encomienda de llevarlos a cenar mientras ella permanecía en un hospital con otro de sus hijos, pero en el trayecto el individuo mató a los niños y se quitó la vida.

Familiares del victimario afirmaron padecía de depresión atribuida a que padecía de diabetes, que no tenía empleo y a que estaba separado de la señora Rodríguez, con quien procreó el niño que estaba recluido en un hospital local al momento del triple asesinato y del suicidio.

Casi tres millones de inmigrantes integran la diáspora dominicana en Estados Unidos, un crisol de dramas, agonías, sacrificios, sueños, ilusiones, tropiezos y tragedias que se entremezclan con la vocación de trabajo y de constante lucha por alcanzar el éxito personal, profesional, económico y familiar.

Diez personas mueren en promedio cada hora en Estados Unidos a balazos, lo que quiere decir que la violencia y criminalidad se erigen como un gran flagelo en esa nación donde residen millones de inmigrantes.

Esta vez la tragedia alcanzó a la familia de Karina Rodríguez, oriunda de Santiago, cuyos tres hijos menores fueron ultimados por un hombre, tal vez despechado o en condiciones de deterioro de su salud mental, crecientes flagelos que perturban el fuero familiar en las sociedades del mundo de hoy.

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Entre las causas probables que incidieron en que Plasencia asesinara a sangre fría a sus tres hijastros se menciona el padecimiento de una enfermedad físico degenerativa que motiva ausentismo laboral y otra mental, afecciones muy propagadas en una nación matizada por creciente violencia.

Ante tan trágico suceso, hace bien el gobierno dominicano al tender la mano a la atribulada familia al decidir sufragar los gastos de traslado a República Dominicana de los cuerpos de esos niños asesinados, y ofrecer atenciones psicológicas a la infortunada madre y demás familiares. Un suceso que taladra el alma.

El Nacional

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