Editorial

Tampoco así

Tampoco así

Hay que ahorrar, sí; más en un sector público caracterizado por la indolencia y el dispendio de recursos. Pero sobre la base de unas medidas de austeridad tampoco se puede caer en lo ridículo, que es lo que representa la decisión de dejar a oscuras el Palacio Nacional en la noche.

El Palacio Nacional no es un edificio cualquiera. Se trata, como atinadamente observó Diario Libre en su editorial de la fecha, del símbolo del poder político. Al margen, por supuesto, de que la economía que podría obtener el Gobierno es insignificante. En todo caso, con apagar los aires acondicionados y otros equipos sería más que suficiente.

Está bien que se elimine todo lo que sea derroche, no sólo en las actuales, sino en todas las circunstancias. Pero si el Gobierno está realmente decidido a terminar con el bochornoso dispendio lo que más tiene es tela por donde cortar. Debe enfocar, por ejemplo, los sueldos de lujo, la duplicidad de funciones, el exceso de personal diplomático y la caterva de entelequias que ya no tienen otra justificación que la meramente clientelista.

Al no informar la cantidad de recursos que espera ahorrarse con la ridiculez de dejar a oscuras el Palacio Nacional, la medida adquiere un corte populista. Es válido pensar, pues, que se adoptó para impresionar a la opinión pública en el sentido de que se predica con el ejemplo.

El propio plan de austeridad o control del gasto dentro del cual se inscribe la penumbra a que ha sido sometida la sede gubernamental necesita incluso algunas precisiones, no obstante la saludable acogida que ha tenido en diferentes sectores. El Gobierno se ha limitado a prohibir, pero sin ofrecer más detalles al respecto.

La situación financiera heredada por la gestión peledeísta del presidente Danilo Medina se desconoce, al menos de manera oficial. Expertos coinciden en que el año cerrará con un déficit que casi duplica el 2,3 por ciento consignado en el Presupuesto. El sobregiro superaría los 100 mil millones de pesos.

Con abstracción de los detalles, la verdad es que con todo lo que representa la Casa de Gobierno la decisión de apagarla por completo en horas de la noche es contraproducente. Estimula aún más una delincuencia que siempre ha encontrado en la oscuridad uno de sus más eficaces aliados.

Para ahorrar y enviar señales concretas de controles no hay que caer en lo ridículo.

El Nacional

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