A decir verdad, 51 años después del tiranicidio, no hemos sido capaces de empujar al país hacia delante. El progreso que en cifras nuestras autoridades presentan, contrastan con los indicadores de corrupción administrativa, infraestructura, servicio eléctrico y calidad de educación y servicios de salud que nos atribuye el reporte global del Foro Económico Mundial.
Hemos transitado un largo camino de sacrificios, esperanzas y desengaños, y la mejor prueba de que el saldo de realizaciones ha sido deficitario, es que todavía las campañas electorales se sustentan en las mismas promesas de bienestar. La paciencia del pueblo dominicano debería haberse agotado, pero lo cierto es que aún abriga sueños de un mejor porvenir a través del sufragio.
La cómoda ventaja que lleva Hipólito Mejía en la carrera por la silla, cuyo posicionamiento en las preferencias ha resistido la enorme cantidad de dinero que el PLD ha gastado para que su candidato se le acerque, lo confirma. Los resultados de la Gallup constituyen la prueba más verosímil de la firme apuesta de cambio que el país ha hecho, y también de que ha decidido arriesgar su futuro con él. Y la mención es propicia para testimoniar la decencia e integridad del representante de la encuestadora, Rafael Acevedo, hombre de fe que ha encontrado en Dios la reciedumbre para resistirse a todo género de presiones y tentaciones.
Luego de 8 años de ininterrumpido ejercicio gubernamental, es evidente que el poder de atracción que ejerció el PLD sobre la colectividad, se ha debilitado. La ley de acción y reacción, la tercera de la dinámica con la que Newton explicó los efectos y causas del movimiento, conforme a la cual las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentidos opuestos, entró en vigencia. El 20 de mayo podremos comprobarlo.

