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Terror, teatro de la ética en la Sala Ravelo del TN

Terror, teatro de la ética en la Sala Ravelo del TN

Irving Alberti logra el dramático teatral que requería para sentirse un actor completo y no válido por los facilismos del humor.

Terror, memorable por su texto, su enfoque, sus actuaciones y la resolución adecuada de los desafíos técnicos, vuelve a Sala Ravelo, el 29 y 30 de septiembre y 1 de octubre.

Terror es una pieza resulta de una conjunción de esfuerzos artísticos e institucionales con a un grupo de talentos (técnicos y artísticos) a aceptar una propuesta dramatúrgica, a lo cual han sumado el concurso del país de origen de la misma, expresada por medio de su embajada y embajadora.

Montajes como Terror, ratifican el que valga todo esfuerzo la pena seguir yendo al teatro, más allá de la necesidad legítima de la diversión, por sobre el perfil del espectáculo para satisfacer los espacios lúdicos del fin de semana.

El caso más significativo es el de Irving Alberti, moldeado y estereotipo de la comedia por su provincia de la expresiva de humor en radio, televisión y cine, para asumir un rol dramático, y quien sale airoso de este desafío artístico. No le habíamos visto en un rol dramático tan bien desempeñado.

Terror, teatro de la ética en la Sala Ravelo del TN
Productores y el elenco al final de la puesta en escena.

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Otra personalidad que nos devuelve a la actuación clásica, es la de Yanela Hernández, actriz profesional, gestora cultural y a quien la producción de radio y televisión han sustraído por demasiado tiempo.

Era justo tenerla y mucho más en un soliloquio que si bien es manipulador y melodramático, es profundamente asumido por ella y cala en el público con una garra afilada. Se empatiza con su dolor y con su luto.

Luvil González, a quien hemos visto en 2019 en El Vestidor, dirigida por Mario Lebrón, y el pasado 2022, haciendo de Minino, en Sony Di, sobre texto de Liselotte Nin y dirección de Osvaldo Añez, logra el papel más trascendente hasta ahora al dar vida a una fiscal persecutora, necia, con dominio de la escena y una expresión facial que transmite la rigidez de quien busca la condena a toda costa.

Beba Rojas, que asume el protagonismo, a pesar de los fuertes robles del teatro que integran el elenco, se reconvierte y deja salir su esencia expresiva. Increíble lo que logra. Convence y estremece.

Orestes Amador, como personaje eje y trazador del hilo conductor, evidencia su maestría, su dúctil manejo de la voz y sus instrumentos de expresión corporal.

Richard Douglas, está adecuado, justo en el rol de testigo, limitado por la cuestión tecnológica a actuar como quisiera, cara a cara con el público, pero se acopla a las circunstancias y deja un rastro admirable de su oficio.

Hay un elemento que opera muy a favor de la obra de teatro y es la escenografía que logra la conjunción en un mismo espacio del tribunal y la cabina de la nave de un avión. La vinculación incluso es más psicológica que espacial lo que hace meritorio a Fidel López del reconocimiento.