La sociedad dominicana fue estremecida el fin de semana por los asesinatos de una madre, sus dos hijas y un vecino perpetrados por un agente policial en Los Alcarrizos y de un joven comunicador a manos del retirado exjefe de la DNCD.
En el primer hecho también resultó herido un niño de cuatro años hijo del cuádruple homicida.
Otras víctimas de la violencia fueron una joven de 20 años, herida en el cuello con un cuchillo presuntamente por su novio, en Moca, además de una mujer de 69 años asesinada por su esposo en Las Terrenas, en Samaná.
Para quienes padecen un tipo de violencia irracional la vida de los demás no vale nada, como lo demuestra el cuádruple homicidio cometido por el agente Esteban Javier Cora, de 31 años, quien segó la vida de su exesposa, suegra, cuñada, un vecino e hirió a su propio hijo de 4 años de edad.
Es también un crimen de ira el perpetrado por el vicealmirante Félix Alburquerque Comprés, quien mató a balazos al animador Manuel Taveras Duncan en un sitio de expendio de comida rápida, luego de que sostuvieran un altercado.
El cuádruple asesinato cometido por el agente policial de la Digesett tendría su origen en un feminicidio porque entre sus víctimas figura su expareja, Marianeli Rosario Tejeda, con el que pasan de 50 los homicidios de ese tipo ocurridos durante 2022.
Son muchos los incidentes que se producen a diario en calles, avenidas y vecindarios que tienen su origen en situaciones o discrepancias menores, sea por un roce entre vehículos, el uso de un estacionamiento o el bloqueo de una vía de paso.
El dominicano promedio ha perdido la costumbre de procurar la resolución de conflictos por vía del diálogo, con arbitraje vecinal o por canales de la justicia, lo que ha sido causa de múltiples crímenes definidos como de ira, como han sido los que enlutan hoy a familias del Distrito Nacional, Los Alcarrizos, Moca y Samaná.
No se exagera si se afirma que la mayoría de los 1,349 homicidios reportados durante 2021 han sido derivados de la violencia de ira, más aún porque el 62 % fue cometido con armas de fuego, ominosa señal sobre la proliferación de pistolas y revólveres en manos de la población.
Algún remedio tendrá que medicarse la sociedad dominicana para conjurar o mitigar el tipo de enfermedad social que provoca ira o violencia irreflexiva, que muchos creen que tiene su origen en carencia o pérdida de valores familiares como el respeto, solidaridad y aprecio por la vida propia y la de los demás.