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Tres conjurados dispararon para matar a Lilís al despedirse de don Jacobo de Lara

Tres conjurados dispararon para matar a Lilís al despedirse de don Jacobo de Lara

Fue un sicario del régimen del Presidente Ulises Heureaux quien despertó en Horacio Vásquez el deseo de aniquilarlo.
Al casarse con doña Trina de Moya, Horacio decidió vivir en La Vega. Vegana la consorte, no era, conforme a la visión de Lilís, una simple esposa para el mozo ya inserto en ajetreos antigubernativos.
Era sobrina del general Casimiro N. de Moya, adversario suyo. Desde el exilio, De Moya preparaba una invasión con el propósito de derrocar al régimen de Lilís.
En adición a este factor Horacio abandonó por renuncia, la presidencia del Ayuntamiento del Municipio de La Vega. Lilís lo contemplaba como un potencial político y hombre de armas.
Comenzaron las acechanzas sobre su persona. Hasta que una noche durante la cual su primo Ramón Cáceres (Mon) notó a un desconocido observándolo. Decidieron tenderle una celada al acechador y agarrado, hizo una escalofriante confesión.
Identificado como Domingo Pichardo (Rubí) confesó que fue enviado a La Vega para matar a Horacio, y aseguró que tuvo oportunidad de hacerlo, pero que algo en su interior lo reconvino y decidió no cumplir el encargo.
A los primos les dijo que al no matar a Horacio, era casi seguro que Lilís lo mandaría a asesinar a él.
Y esto ocurrió. Días después de este incidente, a los primos llegó la noticia del asesinato de Rubí, en Santo Domingo. La predisposición de los primos comenzaba a cobrar forma.
Mon Cáceres no estaba ajeno a sufrir acechanzas similares. Su novia Narcisa Ureña Valencia era cuñada –por su hermana Dolores-, del perseguido Arístides Patiño. Éste participó en un levantamiento contra el Gobierno, y sofocado el mismo, Patiño logró escabullirse atravesando el territorio haitiano.
Y ¡casualidades de la vida!, a esa familia marcada por el antililisismo se sumaba este primo hermano del marido de Trina de Moya.
No había opciones. Los primos decidieron armar una trama para adelantarse a cualquiera componenda en contra de ambos.
Don Juan Isidro Jiménes no quiso sumarse a un movimiento organizado por Horacio un tiempo antes. Ahora le envía a un emisario encubierto, el joven mocano José Ramón De Lara, quien se reúne con los primos.
Y esta vez cobra forma un proyecto de liquidación física de Lilís. Mon asume el papel principal, como la persona a cargo de disparar directamente sobre el gobernante.
No valen recomendaciones y consejos de su primo y de otros integrantes del grupo conspirador. Como fecha definitiva escogen el fin del mes de julio, habida cuenta de un viaje de Lilís al Cibao, destinado a acallar protestas del sector comercial por la devaluación de las “papeletas de Lilís”.
Llegado a Sánchez en un vapor, tras una reunión con importadores y exportadores, Lilís quema el devaluado papel moneda. A Moca irá para concertar idéntico canje e incineración.
Acude a casa de don Jacobo de Lara y el grupo de jóvenes conspiradores que integran, además de los primos Mon y Horacio, Pablo y Vicente de la Maza, José Brache y otros lo espera.
Mon entra al negocio mientras sus amigos y confabulados cubren los diversos puntos previstos en la estrategia asumida. Algunos conjurados, entre ellos su primo Horacio, entienden como acto precipitado su entrada a la tienda, en donde simula interés por una bota. Lilís tiene un sobresalto, una especie de premonición. Pero al verlo preguntar por unos zapatos, se despreocupa.
Allí Mon contempla a un jovencito entrar y entregar a Lilís un papelito. Tras la muerte se sabrá que la nota la envió una amante de Lilís, identificada como Evangelina López.
En la misma advertía a Lilís de la inminencia del ataque pues estaba rodeado de un grupo de jóvenes listos a disparar contra él. Pero Lilís se echó al bolsillo el recado, sin leerlo.
Quizá supuso era un pedido de dinero.
Al salir, Jacobito de Lara, hijo de su anfitrión, situado a la sombra de una mata de güázuma frente al negocio de su padre, hace dos diparos. No acierta y pone en alerta a Lilís, quien saca un revólver y riposta a su atacante.
Pero él, que respingó cuando Mon entró al negocio, lo ignora en ese momento crucial.
Mon aprovecha y le dispara en forma certera, aunque no lo derriba. Pero la pérdida de sangre y los repetidos impactos, lo vencen. Al caer, cuando ya Mon deja de dispararle, se acerca Brache y dispara dos veces sobre el cuerpo ya inerte.
Se consumó el ajusticiamiento.

El Nacional

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