Editorial

Vandalismo

Vandalismo

Los parques y otros espacios públicos de Santo Domingo han quedado a merced de  delincuentes que cargan  con todas las bombillas, desmantelan bustos, estatuas y verjas y roban todo lo que sea metal, sin que ninguna autoridad  ponga coto a  ese vandalismo rampante.

Los casos más recientes de la Plaza Mauricio Báez, en el barrio de Villa Juana y el parque Braulio Alvarez, de Villa Consuelo,  donde vándalos  se robaron todo lo que era posible sustraer, constituyen  acciones de  abuso contra la ciudadanía y burla  a la Policía, pues  ofrecen la  clara percepción de que aquí no hay  forma de imponer orden.

 Ya antes, bandas organizadas han desmantelado estructuras esenciales de los puentes Duarte y Haina y robado la mayoría de las tapas metálicas de  alcantarillas, parte de los enverjados  del Conservatorio Nacional de Música y los parques Zoológico y Botánico, así como las bombillas del malecón.

El alcalde del Distrito, Roberto Salcedo, deplora tales actos de vandalismo, pero admite que el Ayuntamiento carece de personal suficiente para custodiar parques y plazas,  algo que tampoco la Policía puede afrontar, por lo que  esas áreas deberían ser declaradas  patrimonio de los delincuentes.

Justicia y Ministerio Publico carecen de voluntad para  perseguir y castigar  a las bandas que desmantelan  los espacios públicos, como lo demuestra la libertad sin  cargos ni coerción a favor de  un grupo de individuos acusados de almacenar  en una residencia decenas de  tapas de alcantarillas robadas en la zona colonial.

La mayoría de los parques y áreas verdes, otrora lugares de recreación y esparcimiento familiar, se han convertido hoy en escondrijos  de delincuentes y rateros que amparados en la más  abyecta impunidad han desalojado a los ciudadanos de  sus legítimos espacios.

Policía Nacional ni las municipales o ninguna de las muchas agencias de inteligencia estatal han podido afrontar la ola de delincuencia  que  desmantela parques, plazas, puentes, verjas y avenidas, por lo que quizás sea conveniente que  esa manifiesta incapacidad sea  suplida por propios vecinos que se encarguen de cuidar bienes públicos e integridad familiar.

Que no se hable de orden, sosiego ni de derechos ciudadanos, en un  país donde ladrones roban a sus anchas en propiedades y  vías públicas, en las  narices de las autoridades sin que  policías, fiscales ni jueces  se atrevan siquiera a cumplir con su deber.                                

El Nacional

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