El equipo de hombres y mujeres que está gestionando la actual administración gubernamental junto al presidente Luís Abinader, al parecer, pierde de vista que con su llegada a la presidencia de la República inició en el país una nueva etapa de hacer política.
Cuando hablamos de inaugurar una nueva etapa de hacer política nos referimos a que ese colectivo luego de haber sido sacado de su casa matriz partidaria con la sábana por un canto, logra con arrojo y valentía fundar y arrancar desde cero con una nueva organización totalmente diferente.
Con admirable valor todos vimos como sus cabezas mejor amuebladas comenzaron a configurar y estructurar una nueva entidad política con nuevos bríos de renovación institucional, mejorada doctrina y acertada escogencia y designación de un nuevo grupo de dirigentes jóvenes en su dirección, lo cual traslucía la sensación de algo nuevo y diferente.
Ese naciente Partido Revolucionario Moderno (PRM) que hoy vemos en el poder pocos años después de su fundación, presentó desde su nacimiento credenciales, sin dudas, de novedad y aires diferenciadores de lo que tradicionalmente habíamos visto en los partidos más importantes de la República Dominicana.
Sin embargo, hoy vemos a ese partido que sin haber llegado siquiera a su etapa de adolescencia, ya toma caminos y da señales de reproducir viejas prácticas partidarias que a todas luces constituyen la negación de sus postulados de origen.
Aunque lo nieguen públicamente, en el discurso privado entre el funcionariado fundamental del actual gabinete presidencial, hay una actitud y un comportamiento que ya desborda las normas partidarias y del gobierno.