Opinión

Yo: el otro, la otra

Yo: el otro, la otra

He recibido un alud de mensajes de alegría a raíz de mi ultimo articulo. Ciertamente estoy enojada, pero mas que con los diputados que se abrogan el poder sobre la vida ajena, con la infinita incapacidad de las personas de ponerse en lugar del/a otro/a.

Imaginan la reacción de los diputados si legislaramos que todo violador sea castrado químicamente? Que todos los hombres sean vasectomizados, comenzando por ellos, después de cierto número de hijos? Que todo acto de violación contra la niñez sea penalizado con cadena perpetua o la muerte?

Quien le ha hecho creer a un grupo de hombres (sacerdotes, diputados o pastores) que pueden legislar sobre la vida de las mujeres? Y, lo aceptarían si estuvieran en nuestro lugar? No ponerse en el lugar del/a u otro/a, es una epidemia mundial, con efectos nefastos en todos los ámbitos.

En la familia: Cuando alguien se atribuye el derecho a la representación, cuando nunca se ha preocupado por saber cómo come, viste, calza, paga el alquiler, la luz, el agua, los médicos o la medicinas mensuales, el/la familiar a quien pretende controlar.
Bienes: Nada causa tantos problemas en la humanidad como el interés por los bienes ajenos. Si usted nunca se preocupó por saber cómo se compró una tierra, cómo se construyó una casa, quien pago por los arreglos, como se permite proclamar que hará «o que siempre hemos querido» con un bien ajeno? Aceptaría que le hicieran lo mismo con su casa, su finca o sus negocios?

Hombres: La generalidad de mujeres convencionales dominicanas son dignas de análisis. Con el arribo de la menopausia tienden a desatenderse de lo cotidiano y luego, cuando su consorte decide cambiar de vida, o pareja, no se perdonan pero no cesan de buscar culpables de que «se lo quitaran». Alguien debería hacer un estudio sobre los pastores de almas y su impacto devastador en matrimonios de mujeres menopáusicas. A fin de cuentas la pasión divina, en medio del desierto generalizado de la tercera edad, es pasión.

Arte: Por qué tanta resistencia al talento del/a otro/a? Por qué la insistencia en concursos donde no se requiere el anonimato y se pueden articular los jurados para beneficio o perjuicio de posibles resultados? Por qué esa incapacidad de celebra en el otro u otra lo que hubieramos querido ser?
Lo que persiste en el trasfondo de toda esta situación es la incapacidad del ser humano, hombre o mujer, de colocarse en lugar del otro u otra. Aleccionadora máxima de Jesucristo cuando resumió todos sus mandamientos en uno solo: Ama a tu prójimo, y prójima, como a ti mismo/a.

El Nacional

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