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Zona Infantil

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Abdalá  y el genio

 

Allí donde las arenas doradas del desierto lindan con el profundo mar azul vivía una vez un pobre pescador llamado Abdalá. Pasaba horas y horas en la playa echando su red al agua.

Un día encontró una botella, la que abrió y desde su interior salió una voz que exclamó. —¡Al fin libre! -rugió una voz más potente que el trueno-.

¡Libre después de tantos años! ¡Ahora voy a devorarte!

Abdalá apretó la cabeza entre sus manos y gritó:

-¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué os he hecho?

-¡Te cortaré en pedacitos! -exclamó el genio, al tiempo que mataba una bandada de pájaros que pasaba volando por encima de su hombro.

-No lo hagáis, Señor Genio -suplicó Abdalá. cayendo de rodillas- No quería molestaros. ¡Por favor, no me matéis!

-¡Te haré trocitos y te arrojaré a los peces! -vociferó el genio, que desenfundó una enorme espada curvada con la que rozó la nariz del pescador.

-¡Tened piedad! -lloró Abdalá-¿Qué daño os he hecho yo?

-¡Silencio! -tronó el genio. Gritó tan fuerte que el eco de su voz hizo entrar en erupción un volcán cercano-. ¡Cállate y te diré por qué voy a matarte!

Y sin retirar su espada del rostro de Abdalá, el genio comenzó su historia…

-El Gran Sultán Soleimán me encerró en esa botella para castigarme por los maleficios que realizaba en su reino.

Luego la arrojó al mar. He permanecido durante siglos en el oscuro fango. Lo único que oía era mi propia respiración.

Lo único que sentía eran los latidos de mi corazón. Mi única esperanza era ser pescado y liberado por un pescador.

Durante los primeros mil años grité: ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! A quien me haga salir le otorgaré la realización de tres deseos. Pero nadie me oyó y nadie me liberó.

Pero nadie me oyó y nadie me liberó.

-¡Pero el Sultán Soleimán murió hace casi tres mil años! -gritó Abdalá.

-¡Exacto! -replicó con brusquedad el genio-. ¿Te sorprende que esté de tan pésimo humor?

-Vamos, vamos, genio -dijo tranquilamente- Deja de tomarme el pelo y dime, de verdad, de dónde has salido.

El suelo tembló cuando el genio inspiró profundamente.

-¿Qué? ¡Tú, gusano! ¡Tú, inmundo bicharraco! ¡Prepárate a morir!

-¡Oh, vamos! Tú bromeas. Menudo cuento. Dime la verdad. Yo estaba distraído vaciando esa vieja botella y no te he visto acercarte.

-¿Qué? ¡Tú, hormiga! ¡Tú, tijereta! ¡Yo he salido de esa botella! ¡Y voy a matar a todo el mundo!

-Pero amigo mío, amigo mío -suspiró Abdalá- Tu madre nunca te enseñó a decir mentiras, sobre todo gordas. Basta ver el tamaño de esa botella y las dimensiones de tu cuerpo: tú has salido de esa botella tanto como yo.

Entonces, Abdalá, con grandes aspavientos, hizo como que intentaba meter el pie por el estrecho cuello de la botella.

-¡Tú, cucaracha! Tú… tú…

-¡Te digo que he salido de esa botella!

-¡Puaf -se burló Abdalá- Entonces demuéstramelo.

-¿Lo ves? -dijo una extraña voz cavernosa desde el interior-¿No te lo había dicho?

Rápido como un relámpago, Abdalá sacó el tapón de su bolsillo y lo introdujo en el cuello de la botella. Lo enroscó y lo apretó hasta que quedó bien ajustado.

-¡Eh! ¡Tú, gusano, déjame salir! ¡Déjame salir inmediatamente!

-¡Oh, no!- dijo Abdalá con una sonrisa- Ahí te puedes quedar otros mil años si vas a ser tan desagradable.

-¡No! ¡Por favor, no! Te prometo realizar tres de tus deseos si me dejas salir otra vez. ¡Abre esta botella ahora mismo, hormiga!

Abdalá tomó impulso y con todas sus fuerzas arrojó la botella al mar tan lejos como pudo.

-¡Te regalaré Arabia entera! -chilló el genio mientras la botella volaba por los aires.

Hizo «plop» al caer al agua. No se oyó nada más, salvo el ruido de las olas que llegaban a la orilla.

Más tarde, aquel mismo día, Abdalá regresó a la playa y colocó un letrero que decía: «Cuidado con el genio de la botella.

El Nacional

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