Había una vez una niña que tenía el cabello muy hermoso, rubio y muy rizado. Por esa razón todos la llamaban Ricitos de Oro.
Lo que más le gustaba era ir a pasear sola por el bosque de al lado de su casa.
Sus padres le recomendaban mucho que no saliera nunca sola y, sobre todo, que no se fuera sin permiso.
Pero la niña siempre hacía lo que quería.
Un día llegó a una explanada del bosque y allí descubrió una casita encantadora.
La niña se encontraba cansada y no vio a nadie por los alrededores. La puerta estaba abierta, así que entró sin preocuparse de nada.
Todo estaba muy limpio. Lo primero que vió fueron tres sillones: uno pequeño, uno mediano y otro grande.
Se dirigió a la cocina. De los tres platos colocados sobre la mesa salía un rico aroma a sopa recién preparada.
_¡Mmmm! _dijo la hermosa niña. La sopa es mi comida favorita. Y sin pensarlo dos veces se puso a comer.
Luego subió al segundo piso y vió una habitación muy bonita con tres camas, una grande, una pequeña y una mediana.
Sintió de pronto tanto sueño que se acostó en la cama más pequeña, pero cuando despertó estaba rodeada de una familia de osos de peluches, que la miraban con asombro.