Editorial

Agua derramada

Agua derramada

El paso de la tormenta Erika ha significado mucha agua para un territorio nacional sediento, afectado por una prolongada sequía que diezmó la producción agropecuaria y obligó a restringir la distribución del líquido para consumo humano.

El desplazamiento a tiempo de más de siete mil personas desde hogares ubicados en zonas de alto riesgo, y una efectiva labor preventiva del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), contribuyeron a reducir los daños directos o colaterales causados por el mal tiempo.

Puede decirse también que la mayoría de la población tuvo un comportamiento muy cercano a la prudencia, en obediencia a las recomendaciones de las autoridades, además de que el énfasis de la tormenta fue el de producir aguaceros con vientos moderados.

Cualquier reporte sobre pérdidas de vidas humanas se recibe con pesar y se le otorga el tinte de desgracia, pero debe decirse que el paso de Erika por tierras dominicanas produjo más beneficios que daños.

No parece posible que la tormenta haya cumplido con el deseo de proveer los 2 mil 500 millones de metros cúbicos por segundo que se requiere para llenar las 33 presas diseminadas por todo el país, pero el agua derramada se recibe como maná del cielo.

Lo que corresponde ahora es que el Ministerio de Agricultura inicie un programa intenso y extenso de preparación de tierra y suministro de simientes para que pequeños y medianos productores puedan sembrar sus predios.

También se requiere que el Instituto de Recursos Hidráulicos (Indrhi) reprograme la distribución de agua y la habilitación de canales por el resto del año, como garantía para el cultivo de productos esenciales durante lo que resta de año.

Aunque no es posible aun decretar formalmente el fin de la sequía, el paso de la tormenta Erika con sus copiosas lluvias ha sido como una bendición para el campo dominicano, cuyos ríos y afluentes serpentean por el agua derramada.

El Nacional

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