Opinión

Un padrón para un patrón

Un padrón para un patrón

POR: Hugo Tolemtino Dipp

 

Con el padrón del patrón un núcleo político con sombría perspectiva de reformismo informal ha “organizado” una “convención” para elegir como su presidente a Miguel Vargas Maldonado. Ese núcleo, reconocido y salvaguardado como partido Revolucionario Dominicano __ apodado “el minoritario” __ por Leonel Fernández Reyna, por la Junta Central Electoral y el Tribunal Superior Electoral, está plenamente consciente de las mentiras y trapacerías que acontecen en el padrón del patrón. Se le ha tildado de “minoritario” no sólo por lo que dicen las encuestas atribuyéndole a Miguel Vargas Maldonado menos del 15 por ciento de la simpatía nacional, sino, sobre todo, porque la ambición desenfrenada, el personalismo, el desconocimiento de la institucionalidad partidaria democrática, la dependencia del gobierno más corrupto de toda la historia dominicana, el oportunismo ideológico, son traiciones al auténtico Partido Revolucionario Dominicano que el pueblo no perdona.

Miguel Vargas Maldonado no es tan lego como para ignorar las circunstancias que lo han colocado en tan lamentable situación. Sin embargo, esa realidad no le mortifica. De manera insistente hemos escrito que Miguel Vargas Maldonado apetece la presidencia y la candidatura de ese partido porque ambas posiciones les resultan moneda de cambio en las delincuenciales tratativas del clientelismo político de Leonel Fernández Reyna y el grupo gobernante del Partido de la Liberación Dominicana.

A la presidencia del “minoritario” se le extrae buen jugo crediticio y, por otra parte, la candidatura puede ser un jugoso negocio a cambio de un posible espaldarazo al continuismo, al enriquecimiento ilícito, a la impunidad de los peledeístas corruptos. No es pues, una frase lanzada al azar decir que para esa “convención” se elaboró un padrón para un patrón, puesto que es bien conocido que Miguel Vargas Maldonado es amo de negocios, pero no líder político democrático. Para él, en “el minoritario” no hay compañeros sino socios y empleados. Y a estos les encomendó la purga del padrón del auténtico Partido Revolucionario Dominicano a fin de reducir un millón y tantos militantes a tan sólo 538.478. Y siendo estrictamente un hombre de negocios, su sabiduría es multiplicar y restar números para su beneficio.
Quienes han defendido y defienden la demiúrgica operación matemática han argumentado que de aquel padrón de más de un millón de militantes sólo votaba la tercera parte o menos y que, por consiguiente, el padrón del patrón se ajusta al tradicional voto perredeísta. Lo cierto es que no todos los miguelistas manejan los guarismos políticos con astucia de negociantes.

Y esto así, porque si de más de un millón de militantes sólo la tercera parte votaba ¿por qué ahora no será lo mismo con los 538.478? ¿Qué quieren decir los defensores de la purga? ¿Que esa purga fue un castigo a los que no concurrían a votar? ¿Qué en el padrón del patrón fue totalmente incluida la tercera parte que sufragaba en las convenciones del auténtico Partido Revolucionario Dominicano? Nada de eso, el guión está escrito y ensayado. Dice Guido Gómez Mazara que un buen número de los centros de votación se encuentra en las residencias y lugares controlados por militantes favorables a Miguel Vargas Maldonado.

Pues, siendo así, no se precisan de mayores evidencias para predecir el resultado de esa “convención”. Si tuviéramos la osadía que han exhibido los autores del padrón del patrón, no sería difícil adelantar las cantidades de votos favorables a cada uno de los candidatos a la presidencia del “minoritario”.

No quiero con estas ideas contraponerme al gesto de Guido Gómez Mazara decidiendo participar en esa “convención”, porque estoy persuadido de que con sólo poner en evidencia el sainete de ese núcleo es hacerle un favor al ideal democrático de los genuinos perredeístas.

Como punto final a estas reflexiones es pertinente señalar que el Partido Revolucionario Dominicano es mucho más, infinitamente más, que un nombre, una bandera, un jacho, un himno.

Y esto así, porque lo que define e identifica su verdadera naturaleza es, indefectiblemente, su vocación para un ejercicio político democrático, para una sincera voluntad puesta al servicio del rescate de los excluidos, para propiciar el desarrollo de quienes carecen de protección en sus derechos, para alentar en las instituciones la lealtad al Estado de Derecho, para respetar y proteger el patrimonio de los dominicanos, para evitar el saqueo de la hacienda pública, para promover la solidaridad, para sentir, profesar y propugnar por la igualdad del ser humano sobrepasando criterios de raza, religión, credo político, situación económica o social. Y es, además, para prohijar el propósito indeclinable de seguir las ejemplares huellas de sus ilustres muertos.

El Nacional

La Voz de Todos