El ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo Molina, del que hoy se cumplen 52 años, constituye uno de los más trascendentes episodios de la historia republicana, que marcó el final de un largo período de opresión y el inicio del largo peregrinar hacia el anhelado estadio de democracia plena, al que aún la sociedad dominicana no ha podido arribar.
Con un tiro de gracias bajo el mentón disparado por el conjurado Antonio de la Maza la noche del 30 mayo de 1961 en la autopista Sánchez, terminaron los días del hombre que gobernó con mano férrea a la nación durante más de tres décadas y cuyo final trágico se tornó inminente después del asesinato de las hermanas Mirabal perpetrado por su régimen seis meses antes.
La gesta del 30 de mayo -duele decirlo- se erige como suceso olvidado, ignorado o nunca conocido por generaciones presentes que, más grave aún, padecen de intoxicación histórica al ingerir versiones falsas o distorsionadas sobre la conjura, conjurados y de la mentada Era de Trujillo, lo que hace aflorar el temor de que alguna vez la historia se repita como farsa, comedia o tragedia.
El complot de ajusticiar a Trujillo contenía una segunda fase de toma del poder político, instalación de un gobierno provisional que proveyera garantía hacia rápida transición democrática, lo que no fue posible alcanzar una vez ajusticiado el tirano porque circunstancias impidieron completar la obra de los conjurados.
Aunque la decapitación de la tiranía produjo el ascenso al poder del profesor Juan Bosch, primer presidente elegido en elecciones libres, ese proyecto democrático fue malogrado siete meses después con la acción y padrinazgo de una extraña mezcla de antitrujillistas y remanentes de la tiranía que aún dominaban poderes públicos y fácticos.
La década siguiente al tiranicidio fue tiempo de represión, intolerancia, corrupción, ilegalidad política, que desembocó en una cruenta guerra civil, intervención militar estadounidense, con saldo de miles de muertos y desaparecidos, tragedia no prevista en el guión patriótico que con sangre escribieron los héroes del 30 de mayo.
La historia hace constar que las riquezas materiales que acumularon el sátrapa y su familia durante 31 años de desgobierno fueron conculcadas por minorías políticas y económicas que sacaron enorme provecho de una gesta que estuvo dirigida a retornar al pueblo la libertad, el honor y los bienes conculcados por la tiranía.
Una sociedad agradecida ha de rendir tributo hoy a Antonio de la Maza, Roberto Pastoriza, teniente Amado García Guerrero, Luis Manuel Cáceres (Tunti), Huáscar Tejeda, Salvador Estrella Sadhalá, Pedro Livio Cedeño, Luis Amiama Tió, Antonio Imbert Barrera (sobreviviente) y toda esa pléyade de héroes y mártires que participaron en la empresa patriótica de liberar al pueblo dominicano del oprobio y el terror.

