Al margen de las interrogantes que todavía planean y del cuestionado protagonismo de una caterva de supuestos o reales comandantes, la revuelta de abril de 1965, de la cual se conmemora mañana el 56 aniversario, representa uno de los principales acontecimientos políticos en la historia de República Dominicana.
Después de la proclamación de la independencia en 1844 y la restauración de la anexión a España en 1863, la guerra constitucionalista es el otro gran episodio librado por el pueblo en reclamo del respeto a la constitucionalidad, que había sido interrumpida a través del golpe de Estado de 1963 al profesor Juan Bosch.
Tras una intensa conspiración liderada por el coronel Juan Tomás Fernández Domínguez grupos militares derrocaron al triunvirato, que presidía Donald Reid Cabral, para retomar la senda del principio institucional.
Tras una exhortación del líder político José Francisco Peña Gómez el pueblo tomó las calles en apoyo a los militares que a partir de ese momento fueron bautizados como constitucionalistas, al frente de los cuales se colocó el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.
En el curso del proceso se han acumulado muchas interrogantes que todavía no se han aclarado, pero sin que resten trascendencia a la lucha popular por el respeto a la Constitución.
Después de deponer al triunvirato el pueblo, bajo la orientación de militares como el almirante Manuel Ramón Montes Arache, jefe de los hombres rana, repelió a las fuerzas de San Isidro durante una épica batalla en el puente Duarte. El pueblo sabía lo quería.
