El pasado, 25 de septiembre del corriente año, se cumplieron 61 años del derrocamiento del Gobierno Constitucional, patriótico, democrático, popular y representativo, que presidiera el Presidente Juan Bosch, quien había ganado las elecciones nacionales, el 20 de diciembre de 1962, con el 60 por ciento de los votos depositados en las urnas electorales, derrotando al doctor Viriato Fiallo, candidato de la Unión Cívica Nacional, sectores representativos de la Oligarquía Dominicana y de la política imperialista de los Estados Unidos. 61 años después este episodio, doloroso, traicionero e injustificable, tiene vigencia en la vida del pueblo dominicano.
Su ejecución arrastró a la Nación por un camino diferente, en términos de su futuro, que lo llevaba a un puerto seguro y a un estadio institucional y democrático de su existencia, como Estado independiente. No obstante, el tiempo transcurrido, que en el orden histórico y político permite poner los hechos en el lugar que verdaderamente le corresponde. Todavía hoy las causas que generaron esa acción aborrecible son tergiversadas, adornadas de inventivas y mentiras, porque los representantes de los sectores nacionales e internacionales que auspiciaron el golpe septembrino, transitan y se mueven en el escenario nacional y en los medios de comunicación, escritos, radiales y televisivos.
El gobierno que presidió Juan Bosch cuando era dirigente estelar del Partido Revolucionario Dominicano fue una acción tramada, organizada y auspiciada por el gobierno de los Estados Unidos que presidía John F. Kennedy.
Es una invención y más que una invención, una mentira, afirmar que el profesor Bosch fue derrocado porque su gobierno entró en contradicción con intereses de la oligarquía, de la Iglesia Católica, de las Fuerzas Armadas y del gobierno de los Estados Unidos. Quienes entraron en contradicción con la voluntad soberana de la inmensa mayoría de los dominicanos, que escogieron a la figura intelectual más señera de la República, primer Maestro Político de América, para ejercer las funciones del Presidente del Gobierno que le garantizaría su seguridad como Nación, democrática y justa, fueron pequeños grupos civiles y el gobierno estadounidense.
Juan Bosch estaba consciente y así lo pregonó desde el primer momento en el trascurso de la campaña electoral que la fortuna que Trujillo había acumulado, a expensas del trabajo de nuestro pueblo durante su largo mandato, le garantizaba a la Nación habitada por tres millones de personas, la organización e implementación de un plan de gobierno que garantizara y desarrollara la salud para todos los dominicanos.
Esa inmensa fortuna de Trujillo, sus familiares y amigos había quedado intacta, integra en manos del Estado. No había antecedentes históricos en América que un hecho de esa naturaleza y con esas características hubiese ocurrido.
Trujillo y su régimen como hemos reiterados en múltiples ocasiones, agresivo, intolerante, coherente, represivo, eficiente y asesino, sentó las bases firmes para el desarrollo del capitalismo en el país incorporando al desarrollo capitalista del siglo XX, a la República Dominicana, que hoy 61 años después mantiene al Estado dominicano como unos de los países económicamente más importante de Centro América y el Caribe.