La persistencia dominicana para que metrópolis y organismos internacionales volteen rostros hacia Haití ha rendido sus efectos, pero eso no es indicativo de que el liderazgo nacional ha sido determinante en la receta que Estados Unidos y Naciones Unidas (ONU) aplican para contener la crisis haitiana.
Se podría decir que esa actitud perseverante ha estado del lado de la razón respecto al deterioro del escenario político, institucional, económico, social y sanitario de Haití, pero el libro de opciones o de soluciones se maneja en Washington.
Estados Unidos cambió radicalmente su visión sobre la crisis Haitiana, planteada en junio por el presidente Joe Biden la Cumbre de las Américas, limitada a un abordaje de carácter migratorio, hasta cuando China convocó al Consejo de Seguridad de la ONU, el 26 de septiembre, para identificar otras acciones que impidan que la situación se “desborde por completo”.
El secuestro de 16 misioneros estadounidenses por bandas armadas no provocó ninguna alteración en la agenda estadounidense sobre Haití, basada en declarar a República Dominicana como un país receptor de migraciones, como fue consignado en la declaración final de la Cumbre, que el presidente Luis Abinader declino firmar. Tan pronto Beijín asomó sus narices sobre Haití, el Departamento de Estado modificó su propuesta de abordaje y prometió estudiar el pedido haitiano para que se integre una fuerza de intervención militar en número suficiente como para controlar todo el territorio.
El liderazgo dominicano ha sido persistente, no solo en reclamar que la comunidad internacional afronte la crisis haitiana, sino también en advertir que el país no formaría parte de una solución unilateral del problema, de lo cual seguramente las potencias han tomado nota.
Lo que debería quedar claro es que Santo Domingo carece de la influencia como pare imponer un criterio en torno al tema haitiano sobre Estados Unidos, China, Francia, Canadá y aun sobre México o Brasil, aunque si puede, como lo ha hecho, dejar claramente establecido que no fungirá como conejillo de india.
Se sabe que Haití requiere en primer término de un tipo de intervención militar multinacional, pero constituye un error del gobierno centrar su discurso en la promoción de esa receta parcial y dolorosa, cuando muy bien puede promover otros remedios como la provisión de recursos financieros y técnicos para encausar el dialogo político, salud, economía, medio ambiente y generación de empleo.
La opción militar tendría el efecto de frenar la convulsión que padece el vecino pero su deteriorada anatomía no sobrevivía sin otras medicinas vitales que reactiven su tejido social y económico. Desde este lado debe promoverse lo bueno y no de lo malo.