Estados Unidos que goza de primacía mundial como hiperpotencia es factor determinante en el orden mundial, y esa condición le permite dar lecciones e instrucciones a sus aliados y hasta a sus adversarios en los cinco continentes. Las relaciones económicas, pero sobretodo las políticas y militares constituyen uno de los entramados en que más influyen; también en lo cultural su presencia es global, y en lo tecnológico lidera el mundo.

Sin embargo, llama la atención el hecho de inmiscuirse en asuntos religiosos usando un estilo que no le pega a su condición aún su laicismo militante, para exigir a República Dominicana que modifique su política de cultos, que es como enturbiar más su cuestionable injerencismo en asuntos tan propios de la Roma vaticana y el Estado dominicano.

El país firmó el Concordato con el Estado vaticano que a través de los años nos da a veces motivos para sentirnos orgullosos de que la Iglesia católica tenga protección del Estado, aunque sea visto por otras formaciones religiosas como radicalmente contrario a la Constitución. Y la Constitución no solo es normas, también es realidad, y la realidad es que la igualdad religiosa es una trasnochada nostalgia.

¿Quién tiene que velar por la salvaguarda del patrimonio artístico y cultural de Occidente y del país en particular?; las primacías celosamente guardadas: iglesias, catedrales, manuscritos, monasterios, lugares de peregrinación, reliquias, libros, pinturas, esculturas, utensilios, etc., ¿qué patrimonio cuidan las otras?.

En esta distribución de roles la católica lleva la delantera y está en un plano superior a las demás. Sólo faltaba que USA, visiblemente entrometido y poco ejemplar a la hora de ajustar teología y laicidad, pretenda resucitar una discusión eclesial cuya única explicación es meter cizaña en un sector que se opone de forma unificada a las agendas sodomitas y fusionistas qu