Parece un contrasentido que en un Gobierno tan bien valorado por la población, como este del presidente Luis Abinader, los funcionarios, sin que nadie se llame a engaño, acumulen en su gran mayoría una elevada tasa de rechazo.
El contraste se explica por una razón muy simple: la imagen y liderazgo del mandatario están muy por encima de la de sus colaboradores y opositores, de quienes en estilo, ecuanimidad y receptividad es la antítesis. De él se puede disentir en muchas cosas, pero no se le puede cuestionar ni relacionar con nada inmoral.
Pero no obstante las cualidades personales de un gobernante asequible, competente y cercano a la gente, presto para responder cualquier demanda; que ha salido airoso de los grandes desafíos con los que ha tenido que lidiar, como la pandemia sanitaria y la recuperación de la industria turística, Abinader, por el lastre de sus colaboradores, no las tiene en sí mismo todas consigo.
Entre los factores que más lo ayudan a reelegirse están la desintegración y el descrédito de las principales fuerzas opositoras. Es precisamente esa crisis de perspectivas de la oposición lo que más ha incidido, aunque se le quiera dar otra lectura, en el éxodo de alcaldes, legisladores, directores de distritos municipales, regidores y dirigentes simbólicos del PLD y Fuerza del Pueblo hacia el PRM.
Antes que contribuir con el fortalecimiento del PRM o la buena imagen del Gobierno a través siquiera de un discurso explícito, muchos colaboradores se han encopetado de tal modo en sus puestos que proyectan la impresión de que los ganaron por concurso o los merecen por sus grandes méritos, pero nunca que llegaron a los mismos por la victoria del partido al que pertenecen o con el que colaboraron en el proceso electoral.
La indolencia de esos señores feudales de no es un obstáculo para Abinader repetir en el poder. Pero el camino estuviera más despejado si entendieran que con todo y lo mucho que se ha luchado el déficit institucional no se superará ignorando o suprimiendo de golpe y porrazo prácticas propias de una sociedad con grandes atrasos en su proceso de desarrollo. No es ocioso advertir que si en el curso de los próximos días asoma una de esas crisis tipo Baninter, el mandatario, a pesar de la aceptación, simplemente que se despida, porque esa masa de electores que no es nadie, se moverá, como se ha visto en la historia contemporánea, en la dirección del viento.