(3)
La ausencia de una alternativa
No me canso de repetir que el problema más acuciante en nuestro país es la ausencia de una alternativa política, de un horizonte hacia el cual puedan volver la cara todos y todas, los y las que luchan, los y las que viven indignados y ya no pueden disimular su rabia o frustración.
Porque la ausencia de una alternativa política lleva la gente a un “sálvese quien pueda”, a una entrega de la reserva moral para sobrevivir en este infierno en que han convertido la República Dominicana, la clase política y las élites gobernantes de esta Patria.
Patria que tantos sueños y esperanzas ha despertado en las distintas generaciones de luchadores y luchadoras que han sembrado con su ejemplo estas seis décadas de vida, en nuestro pateado país.
El caso no es enumerar los graves problemas que padece la mayoría de dominicanos y dominicanas; el aparato productivo de la nación y la soberanía del país.
Eso lo sentimos todos y todas, aunque tengamos diferencias en la comprensión de las raíces de estos males. Lo central no es la denuncia de la entrega de las riquezas del subsuelo, las playas y las mejores tierras al extranjero. Lo central es construir una alternativa política de cambio, que permita mediante la complementaridad y convergencia, avanzar en la construcción de una nueva mayoría política que se constituya en el motor de un cambio de rumbo del país.
No podemos seguir perdiendo tiempo en lo que a esa construcción de alternativas políticas se refiere. Los y las que piensan que esa es una tarea relativamente sencilla, que se ufanan con “triunfos” efímeros e intrascendentes; que practican la autocomplacencia, conformándose tan solo con ser un pequeño grano en medio de esta inmensa soledad, están totalmente equivocados y equivocadas.
No vamos a construir la alternativa política con acciones aisladas. Sin una discusión franca, permanente, profunda con la gente, donde la gente exprese lo que siente, piensa o se imagina que puede, o debe ser esa alternativa. Sin la capacidad de aprehender la realidad tanto social, económica, institucional, política, ambiental y la pérdida de nuestra soberanía como nación y pueblo.
Sin comprender la sociedad de hoy y sin generar grandes procesos de asociación y complementación, todos los pequeños esfuerzos se diluyen frente a la hegemonía que han alcanzado las ideas y gestión de las elites gobernantes, hegemonía que embota la potencial capacidad de resistencia de la Nación y la ciudadanía.
Por: Fidelio Despradel
f.despradel@gmail.com