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Descanse en paz compadre
No tengo edad suficiente para una relación de compadrazgo con Don Radhamés Gómez Pepín. Mi padre sí, y por la profunda amistad que los unía, fue padrino de mi hermana Leticia. Desde pequeño también yo le llamaba compadre y siempre le agradecí la oportunidad de escribir esta columna que el año próximo cumple 20 años.

En homenaje a la relación de profundo cariño que une a nuestras familias, reproduzco casi in extenso el prólogo de Juan José Ayuso al libro “Pulsaciones: periodismo de opinión (1950-2013)”, publicado el pasado año con los auspicios del Banco de Reservas.

“Sesenta años atrás y con toda la ilusión del mundo, Radhamés Gómez Pepín caminó hacia su primera redacción. En La Información, diario de Santiago. Faltaba toda la libertad de prensa en ejercicio. Imperaba la tiranía de Trujillo y era “contra la seguridad del Estado” soñar siquiera con la palabra libertad. Cuando pasó a la redacción de El Caribe, en Santo Domingo, comprobó que era igual, o peor.

La circunstancia lo convirtió en un agente clandestino de la lucha por la libertad de prensa y, en general, por las libertades públicas. A contar del ajusticiamiento del tirano el 30 de Mayo de 1961, Radhamés desembozó sus aspiraciones y propósitos. Y se convirtió en el periodista que quería ser. Y se consagró a la lucha por la libertad, la de prensa y todas las demás.

Las Pulsaciones de Radhamés, que debieron nacer y desarrollarse desde 1961, adoptaron la filosofía de decir siempre algo más de lo que “se podía” o permitía, según fueran las circunstancias políticas del momento y la mentalidad de los dueños del periódico del que se tratara. Que la mentalidad de la tiranía de Trujillo no terminaba de concluir, como no termina hoy.

Cuando junto a Freddy Gatón Arce y otros periodistas participó en la fundación de El Nacional, fue de los que escuchó al primer director del vespertino decir que había empezado a correr los últimos 100 metros de la carrera de su vida y que nadie lo haría torcer la dirección ni abandonarla.

Para esos días empezaba también el despotismo neotrujillista de Joaquín Balaguer, a quien por fuerza debió enfrentar el periódico para que el país pudiera conservar el ejercicio de la libertad de prensa y el de las demás libertades públicas. Varios cayeron en el trayecto que siguió pero los periodistas y otros ciudadanos mantuvieron las libertades y la democracia como fundamentos propuestos de vida y gobierno.

Radhamés participó como el que más en el El Nacional, junto a Freddy y los demás del grupo, y creció y se fortaleció en los principios como lo hacía la libertad de prensa a cuya construcción estaban todos consagrados sin mirar atrás o a los lados.

Las Pulsaciones fueron una de las herramientas de ese trabajo aunque, periodista por los cuatro costados, también hacía una labor invaluable en cuando al planeamiento, búsqueda y redacción objetivos e independientes de las noticias, su gran pasión como profesional.

Hoy, como director de El Nacional, Radhamés mantiene sus Pulsaciones, que publica cada vez que necesita que otros escuchen y que escuche él mismo el palpitar libertario de su conciencia”. Que descanse en paz, querido compadre.

El Nacional

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