Opinión Articulistas

Agro competitivo

Agro competitivo

Escucho que la oferta de los productos básicos agropecuarios es abundante aún el bajo nivel de asistencia y los altos costos de los insumos: combustibles, plaguicidas, fertilizantes, maquinarias, y mano de obra. Las cifras del Presidente en el Congreso tratan de justificarlo: 370 millones de quintales de alimentos, 15% más que el año anterior.

Así vemos que productos de invernaderos subieron de 12 a 22 millones de libras, pero los ajíes rojos a 84 pesos la libra, el nivel más alto en años; plátano igual: dicen que aumenta la producción y el precio no desciende, 23 pesos en el supermercado. Realmente luce contradictorio, pues ante tantos obstáculos sólo el conocimiento científico para el desarrollo y la implementación de estándares productivos garantiza la sostenibilidad de la producción y la conservación en diferentes categorías de las áreas productivas en la biodiversidad.

Y es lo que no se hace. Si hay aumentos de producción viene de aumentar las áreas o producir y ganar tan poco que ha provocado un alto endeudamiento de los productores. El posicionamiento de la agricultura dominicana de cara al reto de estos tiempos, no es lo más halagüeño.

En términos de productividad el país arrastra uno de los peores Índice de Factores de Productividad de ALC, y lo evidencia el mal gasto público agropecuario que impacta la mayoría de los cultivos. De aquí que, se requiere de menos apoyos directos y más hacia los de mayor inclusión (infraestructuras, transferencia tecnológica, mercados, buenas prácticas, flexibilidad financiera); reforma y modernización institucional.

Es decir, un nuevo enfoque de incremento de la productividad, y el desarrollo de una agropecuaria competitiva para satisfacer la demanda creciente de alimentos (importamos más de seis mil millones de dólares por año) y contribuir a fortalecer la balanza comercial agropecuaria para elevar el bienestar de los productores, y que por sí sólo no son suficientes para restarle medro a la pobreza.

Pero se necesita de voluntad política, no de los estentóreos discursos de asambleas, sino para derribar muros.