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Ajititi

Ajititi

Por: José Jáquez
poeta_jj@hotmail.com

¡Manolo vive!

Con los pañuelos blancos izados sobre las cabezas como copos de algodón y la boca del fusil callada y mustia, y los rostros enjutos y ateridos, y el coraje escondido en la mochila, y las barbas rebeldes silenciadas, cayeron los hombres y nació la esperanza.

Y la sangre abonó la tierra, y brotó la simiente del pensamiento futuro, y los frutos se esparcieron por valles y montañas, y la cosecha grande de la libertad se recogió.

Escalaron los caminos verdes de las “escarpadas montañas” cargados de decoro, de patriotismo, de ilusiones; en las cúspides soltaron un puñado de palomas blancas, y bajaron al llano de pies, y la ráfaga traidora no pudo apagar las estrellas de sus frentes.

Y siguen caminando, enhiestos, monte arriba, sembrando banderas, cantando resabios, silbando y esperanzados.

Y las flores, y el rocío, y las aguas todas les abren paso, y el verde se torna más olivo, y los árboles parecen aplaudirles con sus manos de hojas, y los helechos con sus grandes dientes verdes les sonríen.

El monte entero se camufla como cómplice y tiende una alfombra de follaje para que no tropiece el sueño libertario.

Como la refulgencia del rayo intempestivo, se riega la luz de sus sonrisas en la manigua y centellean en el cenit los cañones como astros lejanos.

En la pulpería que se vendió a precio bajo la traición, jamás podrá comprarse la quietud y el fantasma que aletea atrapado en la maraña sin poder desatarse, mantiene en sobresalto el corazón de la tropa cobarde y vil.

Como un volcán en erupción que esparce su lava abriendo caminos de fuego, la llama encendida en las montañas es hoguera inextinguible que flamea en el corazón de los patriotas.

El Nacional

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