Semana

Aleiny: La pintora del sur que rescata la cultura taína

Aleiny: La pintora del sur que rescata la cultura taína

La artista visual Damaris Aleiny Encarnación junto a su obra Higuemota y sus recuerdos.

Decidida a emprender carrera como pintora, una muchacha sanjuanera se fue a Sicilia, Italia, instalándose en la pequeña ciudad de Giarre; allí, guiada por dos grandes maestros de las plásticas, Gian Bertucci y Lucia Rocca, perfeccionó los estudios que ya había realizado en la Escuela de Bellas Artes y en la Universidad Apec.

Hoy les presento a Damaris Aleiny Encarnación, retratista del paisaje humano, una de las figuras más admiradas del arte contemporáneo en San Juan de la Maguana.

Inicialmente, por decisión de sus padres, durante cuatro años estudió piano y lectura musical, pero ella quería ser pintora y en el mismo período, de manera ‘’clandestina’’ (porque no estaba permitido matricularse en cursos diferentes), tomaba clases de dibujo y pintura.

De Giarre retornó dos años después, 1996, convertida en una pintora de primera, con una lúcida concepción sobre el papel del artista en la sociedad. Su obra se difundió en regiones de Italia, Hungría, Brasil, Suiza, España. Ya no era la principiante buscando camino.

Tenía un nombre en Europa y empezó a pintar obras que retrataban no sólo el paisaje sino el pasado y el presente de su pueblo.

Sus obras de temas exploratorios llamaron de tal forma la atención que se convirtió en una figura primordial.

Deseosa de transmitir a otros lo aprendido, fundó la “Escuela de dibujo y pintura Aleiny’s”. Con 25 años de actividad, decenas de niños, adolescentes y adultos egresados dan fe de su preocupación por el despertar y desarrollo del arte en la comunidad donde nació.

Realizar estudios en Europa fue fundamental para ella, conocer otras escuelas y culturas la motivaron a concentrarse en su raíz, dedicándole tiempo a las herencias de nuestros antepasados. Así fue que empezó a identificarse con los tainos, profundizando en las vidas y costumbres de estos en la isla de Quisqueya.

Desde su amparo en un elegante ensanche de San Juan, donde la visité para conversar sobre su trabajo, habló de las enseñanzas absorbidas desde que leyó el primer libro que se escribió en América: «Relación acerca de las antigüedades de los indios», del monje Ramón Pané, súbdito del segundo viaje del Almirante, quien le ordenó escribirla.

Tras horas de lectura quedó conmovida por el drama de los tainos, especialmente de la mujer; a partir de ahí le imprimió sentido y profundidad social a su obra.

Según lo leído, la ciguapa (mujer de belleza pura y de pies deformes) perdía la virginidad por el pájaro carpintero que hollaba en su parte íntima; esto era lo que se le decía al taino, pero la verdad era que las doncellas de las tribus eran capturadas, llevadas ante un señor llamado Guayona, y este las convertía en mujer; luego las liberaba.

Puedes leer: Voces de los taínos

Las mujeres invocaban al dios de la noche para que hicieran algo por ellas hasta que un día pudieron encadenar al Guayona por su miembro.

De esa y otras leyendas nace una colección de pinturas que, desde que la visité por primera vez me cautivaron; entre estas Amor de conuco, La ciguapa, I’ro Karaya (diosa luna); Higüemota (hija de Anacaona), y Guayona; son obras de las que más la representan por la curiosidad que le despierta el tema y porque le da tristeza el maltrato a la mujer.

Damaris Aleiny Encarnación cree en la historia y manda este mensaje a sus colegas: “Los artistas tenemos que pintar cosas que cuenten algo, que cada vez que alguien vea lo nuestro, se produzca un diálogo entre el creador, la obra y el espectador”.

En su ideal, el arte sirve para dejar una huella y hablar a través del tiempo, según la interpretación de cada época, la que le corresponda al artista. Lo que se hace ahora será un legado para otras generaciones.

El autor es poeta.