“El niño de la Gasset”
El Evangelio de Marcos, en su capítulo 10, relata que a Jesús “Le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos lo impedían. Y viéndolo Jesús, se enojó, y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo estorbéis; porque de ellos es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él Reino de los Cielos…”.
Dos mil años después Nelson Mandela, otro iluminado, dijo: “No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en que se trata a sus niños”.
Repito, además, la frase que aparece en una valla a la salida del aeropuerto José Martí, “En el mundo hay tres millones de niños en la calle. En Cuba no hay uno solo”.
Desde hace un mes, más o menos, cuando doblo desde la Kennedy a la Ortega y Gasset veo un joven de unos 16 años con trastornos serios en la marcha y signos de discapacidad mental que con dificultad va sorteando vehículos pidiendo limosnas. Me duele verle, bajo un sol abrazador y no se que hacer. Se que no puedo darle dinero, que no puedo recogerle y llevármelo a mi casa, y lo que he pensado es desmontarme y pedirle que me permita darle un abrazo y sentir que se lo estoy dando a José Miguel o a José del Carmen; un día de estos lo haré, si él lo permite y espero lo entienda. Ojalá, al hacerlo no llore como ahora acontece al escribir estas líneas.
Con lo que se sobornan diputados bastaría para darle albergue a este y a miles de niños que están en condiciones de desprotección similares.
No sé si Jesús o Mandela previeron que situaciones como estas sucederían, y tampoco podían saber que tenemos una Procuraduría del Menor, a CONANI, Estancias Infantiles, CAIC y muchas instituciones más. Tampoco se los explica el que lo sufre desde “algo más que salud”.
