Hace 50 años

A Jorge Aguilera, que mañana me equipara la edad.

El pasado domingo 30 se celebró el día de San Andrés, (ya no es ni sombra de la celebración de antaño, como describiera mi amigo Santiago Castro Ventura en su libro “El juego de San Andrés: Génesis, evolución y feliz ocaso”).

Recuerdo que, precisamente domingo, pero 50 años atrás, mientras me preparaba para irme a Santo Domingo, en un carro de la Línea “Gladys”, hice varias incursiones a la parte de atrás de la casa, que daba a la Salvador Cucurullo, pedazo conocido como “Los Maguises”, gracias a una familia numerosa que allí vivía, con figuras como Daniel “La Gioconda” y la matrona Laura; y rocié a muchos de mis amigos con ceniza, agua sucia de carbón y huevos batidos que hedían a diablo. Al otro día iniciaban las clases en la UASD.

Puedes leer: Lección de tolerancia

Por otros medios partirían Héctor Olivo, Bolívar Rodríguez, José Manuel Clase, Federico Estrella (EPD), Luis Cárdenas, Ángel Morel, Félix Pérez, Bruno Hernández y Bienvenido Hurtado (EPD). Los diez habíamos alquilado una segunda planta en el barrio Mejoramiento Social, siete estudiaríamos medicina.

A otros destinos irían Nilbia Sención, Jorge Aguilera y Rafael Sánchez, también aspirando a hacerse médicos. Todos proveníamos del colegio “San Francisco de Asís”, de la Joya. Parece ayer, pero han pasado 50 años.

Preferí traerle, en este inicio de diciembre, un tema light, pues las opciones que buyen en mi cabeza son asuntos que mi ya viejo cerebro, y el escaso entendimiento, no me permiten asimilar y lo dejaré a los expertos, y que quieran sufrir, lo expongan, pues no sé por qué un presidente lunático intenta desatar una guerra al lado de nuestro país, y que para ello nuestro presidente le ofreciera nuestro espacio y soberanía para justificarla; tampoco cabe en mi endeble mente como un reality que es un loas a la vulgaridad, la indignidad, la ostentación de riquezas y el rebajar la condición humana sea todo un éxito. No, no son temas de “algo más que salud”.