La bachata, ritmo emblemático, ha evolucionado desde sus orígenes rurales hasta convertirse en un fenómeno cultural global. Originalmente conocida como “música de amargue” por su carga emocional de tristeza y melancolía, la bachata era vista con desprecio por las clases altas del país, quienes la asociaban con la marginalidad y la pobreza. No obstante, su autenticidad y riqueza melódica lograron derribar barreras sociales y conquistar todos los estratos de la sociedad y yo fui testigo de esa transición.
Su expansión fue inicialmente lenta, arraigándose en barrios populares hasta encontrar eco en los espacios urbanos en la década de los sesenta. Durante ese periodo, figuras como Radhamés Aracena y la emisora Radio Guarachita jugaron un papel clave en su difusión, consolidando a la bachata como un género musical definido, con fuertes influencias del bolero.
Hoy, la bachata es conocida mundialmente no solo como un estilo musical, sino también como una forma de danza accesible, emotiva y vibrante. Desde los acordes pegajosos de la guitarra hasta los pasos sencillos que cualquiera puede aprender, este ritmo invita al movimiento y la expresión personal. Artistas como Juan Luis Guerra y Romeo Santos han internacionalizado el género, llevando su mensaje de amor y desamor a escenarios de todo el mundo.
El baile de la bachata es parte esencial de la identidad dominicana y se aprende de manera espontánea desde la infancia. Sin embargo, más de cien academias y escuelas de danza en el país ofrecen formación sistemática para perfeccionar esta tradición. Además, hoteles y resorts dominicanos imparten clases diarias como parte de sus actividades turísticas, contribuyendo a su promoción internacional. -Todo el que puede contar hasta cuatro, puede bailar bachata-.
Las canciones: Dos rosas, Luna, y Muero contigo eran mis favoritas. Mis primeros bachateros fueron: Rafael Encarnación, José Manuel Calderón, Teodoro, y hoy Anthony Santos. Actualmente, en más de 100 países existen escuelas, bares y centros de entretenimiento donde se enseña bachata a todos los niveles. Su inclusión en eventos sociales, festivales y programas educativos resalta su papel como embajadora cultural.
La bachata es mucho más que música; es un símbolo de identidad, resistencia y alegría. Un patrimonio vivo que invita a todos, sin importar edad o procedencia, a dejarse llevar por su ritmo contagioso. Porque en cada paso, late el corazón de un pueblo.